» No podemos reflexionar sobre la revolución feminista sin hablar del deseo, aunque sea de soslayo. El deseo es el aliado más poderoso de la voluntad: es por su causa que la razón no consigue nunca dominar completamente a la voluntad ni tenerla dentro de os límites por la razón misma. Pero el deseo puede convertirse también en el más irreductible adversario de la voluntad y puede hacer fallar, por sí sólo, las más fuertes alianzas entre razón y voluntad. Lo consigue también a costa de rompernos el autocontrol, de enfermarnos, de hacernos infelices. Ello puede suceder de hecho- y sucede a menudo- con nuestra parte consciente, sin tener en cuenta lo que nosotras podamos pensar y decidir conscientemente. Y bien, es precisamente esta irreductibildiad lo que hace del deseo la fuerza más eficaz en la lucha contra el patriarcado y, en ciertas condiciones, un amigo poderoso de la libertad femenina. Se ha opuesto de hecho, consciente o inconscientemente, a la domesticación de las mujeres perseguida durante siglos y por los medios de la cultura patriarcal.
[…]
La impresión que produjo entre los hombres el nacimiento de grupos feministas separados (de los hombres) se explica pensando que, para ellos, se trató de descubrir que las mujeres no deseaban lo mismo que ellos deseaban. (Mucho más no han entendido, hay que decirlo, tanto es así que cuando se vuelve a reflexionar conjuntamente vuelven a pensar como antes e insisten en que queremos lo mismo que ellos). También fue para nosotras un descubrimiento- esto de estar habitadas por un deseo original– y ha supuesto una alegría muy grande.»
Luisa Muraro
Revista Duoda 38
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