Voy a ser breve:
Os leo. Leo vuestros comentarios en la entrada de esta noche «Es una lástima pero no vivo del aire«. Leo vuestros emails y vuestros comentarios en Facebook. Ayer me dormí tarde y con un sabor muy amargo. Me sentí culpable (detesto sentir la patriarcal culpa caer sobre mí) por mostrar que mi hacer estaba, en parte, en vuestras manos. Mi parte maternal versión patriarcal me decía «esto es asunto tuyo, ellas no son responsables de nada», la parte patriarcal me recriminaba no saber cómo gestionar mi negocio y la parte de hermana me calmaba diciéndome que había hecho bien, que ya era hora de mostrar el fino hilo que nos une y mantiene a todas. A mí siempre me ha costado mostrar mi vulnerabilidad (aunque no os lo parezca). Hablar de ella en relación a mi proyecto me da mucho respeto y también miedo. Pienso que puede debilitarse pero intuyo, también, que se fortalecerá. Aprendí lo que siempre os digo que sólo cuando me reconozco frágil, blandita, vulnerable cobro fuerza, potencia y seguridad. Así que es necesario hacer lo que he hecho esta noche con esta entrada en el blog.
Vuestros comentarios me han hecho llorar. Me han puesto a reflexionar. He leído un montón de veces el post para ver que no os estaba atacando sino poniendo las cartas sobre la mesa para que cada cual cogiera su parte. Para lo bonito y para lo feo, siempre os hago partícipes. Sé que lo amargo no gusta. Me cuesta mucho compartir esta parte porque me encanta recibir vuestra alegría y complicidad cuando os envío boletines, cuelgo mi música, escribo un artículo útil. Esta noche no fue así y más allá del miedo inicial (y del que aún tengo) me siento más unida a vosotras y a este proyecto. Vuestras ideas, críticas, reflexiones me están ayudando muchísimo. Tanto que hoy se me ha encendido una bombilla y creo que he encontrado una posibilidad para poder apoyarnos entre todas, como emprendedoras. Aún está por desarrollar pero palpita fuerte. Detesto quejarme y no proponer soluciones. No es propio de mí y me hace sentir incómoda. Pero está bien porque no me he quejado sin más sino que he señalado una grieta que necesita de la relación para tratarla. Sí, todo necesita de la relación. Esta mañana al leer a mi querida Carmen Singular (no nos conocemos en persona pero nuestra relación virtual me colma y saca sonrisas) me angustié y pensé: Erika, haz algo! Y la idea cruzó mi mente y se quedo ahí, esperando como una luciérnaga coqueta. Así que os comunico que he encontrado una idea que puede facilitar un espacio para las relaciones entre emprendedoras- usuarias, pudiendo así cambiar la inercia del uso-consumo patriarcal. Eso sí, necesitaré tiempo y a mi inestimable compañero Alex (el informático y diseñador web, padre de esta página). Pero en especial os necesitaré a vosotras. Porque no puedo negarlo. Es absurdo. Sin vosotras, no es posible. Sin nuestra relación única, personal y comunitaria no hay sentido en esta otra manera de ser y aportar en el mundo.
Yo no quiero sumar una cifra más a mis talleres. Tampoco quiero cerrarlo. Yo me he obcecado en confiar y en trabajar para que todo lo que aquí pasa sea una práctica de otra forma de estar en el mundo. Cuento con vosotras, como vosotras contáis conmigo. Sois lo más preciado de mi vida y os agradezco con pasión y ternura todo lo que estáis haciendo en éste y otros momentos.
Yo soy la mujer lombriz, digo en mis talleres, porque toda la mierda la transformo en abono. Eso es lo que esta mañana estoy haciendo gracias a vosotras, a nosotras. Estoy aquí bajo tierra pero lo que se está gestando es una semilla de cambio, en todas está que crezca y dé frutos.
De Humanoscopio
Día 11: fase preovulatoria