La potencia incomparable de la Señora Premen

Ayer leí este arítuculo de Deborah Marín «Las comparaciones son odiosas«. Como en muchos artículos, Deb da en el clavo. Es cierto que cuando una compara pierde. No porque sea peor que a quien se compara sino porque la originalidad se esfuma en la comparación. De hecho lo extraordinario es lo que no es susceptible a ser comparado. Con lo que en la absurda ecuación, se pierde. Hace un tiempo escribí que comparar era propio de una sociedad patriarcal. Un entorno hostil en el que se ha de buscar la aceptación del Padre (bien del Estado, bien del/la jefe/a, bien del público) para tener la sensación de ser. En nuestra sociedad parece que no somos hasta que alguien da fe de nuestra existencia. Esto, es un atributo de la relación entre personas que si bien es propio también puede llegar a establecer una relación de fuerte dependencia. No nos mintamos, para sobrevivir y vivir necesitamos de la relación y de la autoridad que concede pero siempre de un modo recíproco. Así mismo la primera persona ajena a nosotras, somos nosotras mismas con lo que es fundamental que desde el comienzo sea nuestra «otra yo» quien nos dé crédito y autoridad. En nuestro caso, como mujeres cíclicas, son cuatro mujeres las que habitan en nosotras con lo que esas cuatro han de ir autorizando a cada una de las anteriores.

Ocurre que es muy común desconocer la existencia de esas cuatro y además desautorizar a más de una de ellas. Sucede especialmente con la fase premenstrual o la que yo llamo cariñosamente Señora Premen. Las necesidades, ideas, pasiones, angustias y preferencias de ella nos parecen excesivas y prohibitivas. Ella representa en nosotras todo lo que esta sociedad oculta entorno a la mujer: su oscuridad (aún está por definir qué entendemos cada una por oscuridad). Así mismo, como se es quien se teme, comenzamos a adornarla o bien ocultarla hasta que la hacemos invisibles a los ojos ajenos e incluso, a veces, a nuestros propios ojos (que no son otros que los suyos). Cuando ella (que soy yo) comienza a llorar o bien a gritar o bien a querer limpiar cada mota de polvo, nos echamos a temblar. Nos resulta incontrolable y nos asusta porque nos han enseñado que todo ha de estar bajo control. De hecho nos han señalado muchas veces que el «problema femenino» es la falta de control y constancia. En esta fase es muy común compararnos porque estamos siendo brutalmente extraordinarias y creemos que bajo la comparación volveremos al redil de «lo común». Es una trampa, como muchas otras, que nos hacemos por miedo a ser desde un cuerpo/mente diferente, con más intuición, creatividad y capacidad de destrucción/transformación. Deb da en el calvo con las recomendaciones sobre qué (no) hacer para ir más allá de las comparaciones: limitar lo que se lee, frenar las redes sociales, concentrarse en una y limpiar. Que es justo lo que de manera intuitiva acostumbra a hacer nuestra Señora Premen cuando llega a nuestra casa (Le preguntaré a Deb si estaba premenstrual cuándo hizo todo esto). Las comparaciones son siempre, en cualquiera de nuestras fases, totalmente estériles y absurdas pero es la Serñora Premen la que sabe que constituyen nuestro punto débil cuando ella llega, pues la (nos) tememos por la tremenda potencia que trae. Potencia que puede pasar por poner la casa patas arriba o bien nuestros hábitos. Ella nos pide desenchufarnos del «qué dirán» y nos lleva al epicentro de nosotras mismas. A veces nos confronta y entre medio nos insta a descansar, ver películas, leer libros o pasear solas por las calles lluviosas. Yo siempre digo que esta sociedad necesita de mujeres premenstruales. Mujeres que en esta fase se vivan con intensidad y deshinibición lo cual es más fácil de lo que pensamos pues todos los atributos los tenemos sólo que hemos de soltar ese freno de mano que culturalmente hemos diseñado. En los talleres sobre ciclo menstrual dedico mucho tiempo a explicar los rasgos y necesidades de esta mujer que también somos. Ya no sólo por los terribles dolores que desencadena ocultarla y reprimirla, sino también por la necesidad personal y social de ella tomando su casa y sus calles

Conocer nuestras fases menstruales y comprometerse a vivirlas es una auténtica revolución. Yo no me cansaré nunca de repetir (y si alguna vez me canso ya habrá muchas mujeres tomando el relevo) que una de las mayores amputaciones que vivimos es la de creer que somos una única persona. Que a nosotras las hormonas y el entorno no nos deberían afectar. Que tener la regla nos hace débiles. Que la vulnerabilidad es lo opuesto a fortaleza. Que nuestros cuerpos no deben cambiar. Y así un sinfín de estupideces tales que cuando llega el momento de la comparación, perdemos por goleada. Nos comparamos con la linealidad impuesta. Pensamos bajo el pensamiento dicotómico de este sistema. Pensamiento no originado en cuerpo de mujer ni para este cuerpo. Es más, en su origen y en práctica va en contra de la propia mujer. Tampoco va a favor del hombre ni de otras personas (al macho patriarcal puede parecer que le beneficia, pero nada más lejos de la realidad). Nuestra propia originalidad se pierde entre tanta semejanza de cartón piedra. Llegamos a ese punto de no retorno donde la angustia comienza a chorrear por nuestras sienes: No estoy siendo normal. Ésta no soy yo. No puedo descansar. Quién me creo que soy. No puedo más. Sé racional, Erika, sé racional. Sí, en-ajenadas. Ajenas en nuestro propio cuerpo, así nos vivimos cuando no dejamos que lo extraordinario de cada fase nos llene y atraviese. Éste es uno de los triunfos que sigue manteniendo el sistema sobre nosotras. Seguimos creyendo que somos una, diminuta y sujeta a los caprichosos cambios de la Naturaleza. Tratamos de domarnos como aprendimos. No apreciamos la libertad de ser en muchas facetas. Si comparamos nos sentimos demasiado grandes, con exceso de libertad y eso no se puede permitir. Es preferible compararse y morir. 

 

 

Ilustración de Gema Rubio para Cartas desde mi cuarto propio. Colección 2012. 

 

Si queréis ampliar información con respecto a esta fase, en este link podéis ver la video conferencia titulada «Caen los velos, el mal llamado Síndrome Pre Menstrual»

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