Querida, estás taaaan equivocada

Comienzo la entrada con esta imagen de Los Simpson. No quería poner una de una mujer real porque no quería personalizar, así que he cogido ésta (con sus gafitas  y su gesto acusador) pensando en que ilustra muy bien aquello de lo que quiero hablar (No es sobre la Justicia ni sobre las mujeres que han opositado a judicatura). Hoy deseo reflexionar sobre la tan común acción de juzgar a la otra. ¿Quién no ha juzgado nunca? Ante esta pregunta se abre un silencio pues todas, de un modo u otro, hemos obrado como implacables juezas de la otra. La cuestión de juzgarnos entre nosotras es un tema que me llama la atención porque en nuestro foro interno tendemos a negar y/o decorar esta realidad.  Pero antes de seguir creo que es importante que explique qué entiendo por hacer una crítica y su diferencia con hacer un juicio.

Allá va:

  • Cuando reconozco a la otra mujer como una persona con plenas capacidades y libertad de decisión, comprendo que para la acción ha habido unas causas (que ella no ha de justificarme) y no la comparo frente a una lista de «por ser una mujer tal, ha de comportarse cual», mi opinión sobre SU ACCIÓN (no sobre su persona) es una crítica. Además esta crítica ha de servir para reflexionar, buscar un contrapunto y/o replantear un problema. Con esto enriquecemos el pensamiento y damos movimiento a las ideas, dejando atrás la posibilidad de que éstas se enquisten en limitadoras creencias.
  • Ahora bien cuando tomo a una mujer (no a su acción, sino a ella misma) y la someto a una comparación rabiosa entre «lo que debió de ser y no fue», vulnerando su derecho de decisión en aras de unas creencias delimitadas por determinado marco político, social y cultural, estoy haciendo un juicio cuyo fin es doble ya que por un lado está el deseo de exponerla para obtener la condena del grupo y el deseo ocultado de desviar la vulnerabilidad que ella me provoca, a través de un discurso que sólo busca colocarme en una posición de poder frente a ella

En los juicios se da una relación de poder a través de una posición jerárquica: una posee la razón y la otra no. De hecho cuando una es jueza, las acciones de la otra comienzan a perder valor por ser «presuntas verdades». El fin del juicio no es otro que el de cubrir un vacío, generalmente, en la autoestima. En esta sociedad del Padre hemos aprendido que quien tiene la razón es el/la que manda, es el/la que triunfa. Nos identificamos con la razón, con lo que si alguien nos pone en duda a través de sus palabras- acciones, tendemos a luchar contra ella. Tratamos de retomar la posición de dominio que nos da tener la razón. Ahora bien, es una estupidez tremenda tratar de tener algo que no es una posesión. La razón es relativa y pasa de mano en mano sin ser jamás de nadie. De hecho nuestra integridad y dignidad no debieran de verse afectadas por la razón que tengamos sobre algo en concreto

Señalo esto porque es un asunto recurrente entre nosotras. Nos adentramos en diferentes movimientos culturales, políticos y sociales y comenzamos a aprehender nuevas ideas. Las gozamos, interiorizamos y exaltamos con entusiasmo marcando una línea entre las que son como nosotras y las que deberían de ser como nosotras. Tratando de huir del uniformismo patriarca,l llevamos su doctrina a nuestros grupos feministas, asociaciones de crianza o cómo quiera que se llame nuestra agrupación de mujeres. Al entrar en un grupo comenzamos a abandonar el espíritu crítico que nos llevó allí (si estamos en un grupo feminista, por ejemplo, es porque hemos sido críticas hacia el sistema) y abrazamos el pensamiento único, con la promesa oculta de que así estaremos en el grupo de «las que tienen razón». Volvemos a unir la razón a unas creencias sin darnos cuenta de que en el momento que una idea se convierte en creencia, hemos perdido totalmente la razón. Primero porque ésta es inasible y segundo porque es mutable. La razón como concepto único y asible es un concepto patriarcal que me recuerda al falo siempre erecto (otro imposible) La razón, de existir, es una certeza íntima que atraviesa el cuerpo. Es tan diferente como diferentes somos y como diferentes son las situaciones que vivimos día a día. Ella no puede imponerse porque si no hay intimidad entre cuerpos (las palabras también son un cuerpo) no cala ni deja huella. Se puede sentir, sí, pero no tener. En el momento que tratamos de cogerla, la perdemos. Entiendo que ocurre para que no haya dogma. Que es la angustia de perseguirla- pederla la que nos obliga a imponer el recuerdo de su peso sobre las otras que pudieron ser testigos y no lo fueron.

Luego ocurre que cuando una quiere elaborar una crítica sobre una acción concreta (que no sobre una persona) comienza a angustiarse con la creencia de estar siendo una jueza. Así pues nos callamos y dejamos que el conocimiento se enquiste y degenere en creencia. Si estamos en grupo iremos tragando «por el bien del grupo» hasta que explotemos o acabemos alienadas por ese grupo destinado al anacronismo. Todo colectivo que aspire a mover y conmover ha de acoger la crítica. Es más ha de fomentarla y aceptar las angustias que produce saber que no se está en posesión de la razón. Cuando una hace el noble ejercicio de cuestionar(se) está favoreciendo el flujo de ideas y limitando la posibilidad de muerte grupal. Es cierto que una tiene que hacer un trabajo consigo misma por el que aprenda que es igual de maravillosa si no tiene razón. Aprender a desligar dignidad de razón nos ayudará a movernos más ligeras. Hemos de aprender a tomarnos más en broma (yo la primera) porque de lo contrario seguiremos reproduciendo esa relación viciada de mujer-que-todo-lo -sabe sobre pequeña-perdida-que-tiene-mucho-que-aprender. Además ¿por qué hemos de renunciar a la sabiduría de la no-razón? En realidad no hay un espacio para la razón y otro para la no- razón (a la que tendemos llamar equivocación). De nuevo el pensamiento binomial que todo lo corta y coarta. Existe un espacio donde la razón va moviéndose y tomando cuerpos diferentes con lo que en la no-razón también hay potencia y enseñanza. Así que estamos equivocándonos no queriendo equivocarnos porque en la equivocación también reside la razón o al menos ella de manera incipiente. Muchas veces se hace más clara y asible en la proyección de su sombra (la no-razón). Por cierto ¿por qué llamamos equivocación a la no-razón? 

Sé que lo que planteo es un trabajo de fondo, pero ¡qué narices! si queremos crear otro pensamiento y acciones determinantes hemos de poner en cuestión cada uno de nuestros cimientos. Seguramente no tenga ni una pizca de razón en todo lo que acabo de escribir pero al menos me siento satisfecha de haberme expuesto y compartido. Mover ideas, dejarlas correr, girarlas, reposarlas, cambiarlas, lanzarlas al aire son acciones que permiten abrir brechas y es ahí donde ocurre el cambio, en esa tierra de nadie donde, precisamente se llama así, porque nadie tiene la razón

Día 8: fase preovulatoria

 

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