Mi madre y yo. 2ª parte

En vuestro buzón descansa el nuevo boletín. Este boletín ha supuesto un esfuerzo emocional de los que hacía tiempo que no afrontaba. Tras la muerte de mi abuela, he decidido revisar la relación con mi madre, sobre la que escribí en el primer boletín recogido en Cartas desde mi cuarto propio. Colección 2012. Ambas vivimos un momento duro y en mi caso este momento está siendo un lugar de oscuridad y dudas en torno a nuestra relación. 

Con mi malsana necesidad de hablar desde la mayor de mis intimidades para poder llegar así, sin prejuicios, a la intimidad de cada una y tras poner palabras a mi angustia, he hecho lo que nunca había hecho hasta la fecha: enviar a mi madre el boletín para que me diera su opinión. Ella una vez más ha mostrado un amor mortal y a la vez infinito. En un tono duro, cálido y quebrado me ha dicho: no estoy de acuerdo en nada de lo que has escrito pero te respeto. Siempre lo he hecho. Si tú me ves así, de acuerdo. Yo no me identifico en absoluto. Pero te respeto.

Así que tras revisar con ella ciertos puntos y darle la razón en uno muy significativo para ambas (y por tanto eliminarlo), el boletín ha zarpado. Ha sido todo un proceso el abrir una herida que tenía oculta y mal cerrada. De nuevo mi madre ha estado ahí, firme, mostrando que aunque no estemos de acuerdo ella no se va;  ella comprende, distingue y acepta. Capacidades que dudo que algún día pueda desarrollar a su nivel. 

La historia de este boletín es mi percepción de nuestra relación tras la despedida de mi abuela. Por supuesto la suya es diferente y ninguna de las dos es la verdadera. No existe la verdad y menos en los sentires. Yo necesitaba hablar desde la sombra que ahora nos separa. Deseo así poder evidenciar que no todo son luces y cánticos angelicales entre dos mujeres, madre e hija, que han desandado sus tortuosos caminos. Toda relación es cíclica y si bien en otras ocasiones he escrito desde nuestra primavera, estos días necesitaba comunicarme desde nuestro invierno. 

No conozco amor más auténtico que éste. Nuestro amor es libre y, aún en la sombra más densa, sigue latiendo. Ella acepta y confronta. Ella me dice «luego, las madres que hemos aprendido a callar no os decimos lo que nos hubiera gustado de vosotras» mientras yo le digo «eso es ama, no deberías callar. Por eso hago esto, para que ninguna mujer (madre o hija) calle. Sé que he hecho cosas que no te han gustado y que a veces te he fallado. Sé que no soy fácil» mientras ella, suspira y dice «pero entonces no serías tú». Y yo me quedo callada, porque sin las luces y las sombras, tan nuestras, ninguna de las dos seríamos. 

Yo comencé temblando y ahora termino llorando, orgullosa de ser la hija imperfecta de una mujer imperfecta.

 

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Por cierto el sábado 18 de mayo estaré en Olesa facilitando el taller «Mi madre y yo. Encontrando nuestro sitio» para aquellas valientes que quieran profundizar en esta relación cíclica y pasional. Eso sí, será muy íntimo con lo que no habrá más que 9 plazas. Si os apetece tener más información, podéis preguntarme lo que queráis en [email protected] y si queréis quitaros el miedito, podéis leer lo que dicen del taller algunas de las mujeres que han venido (y que miedito ninguno que todo lo que compartimos lo hacemos con mucho mimo y humor) 😉

 

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Conocerte es vivirte. Vivirte es amarte. Amarte es ser libre.

 

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