Como comenté la semana pasada, tenía para hoy, programada una cita con mi ginecóloga. Allí ella me ha confirmado lo que presentía en relación a mis últimos ciclos y a las pérdidas al final de la fase premenstrual. Mientras le contaba con pelos y señales cada síntoma ella sonreía y al terminar, antes de hablar le he dicho: yo creo que el estrés… y ella ha asentido. Apenas si ha hablado: «Sí Erika, es estrés»
Me he sentido aliviada. Mi cuerpo más ligero y mi ego más feliz. Al terminar la exploración, tras vestirme, justo antes de cerrar la puerta me ha mirado y sonriendo me ha recordado: Erika… ¡no corras!
Ahí me he dado cuenta de algo que llevo un par de días intuyendo, las prisas están rompiéndome. Ahora mismo cuando escribo noto una presión en las lumbares que me apremia, que me lleva a querer teclear velozmente, respirar agitadamente… como si el mundo se consumiera si yo no me estuviera moviendo.
Mis estrógenos están aumentando y el cálido letargo de la menstruación está dando paso a un torbellino de ideas, planes y posibles acciones. Un abanico de mil y un colores se va desplegando a cada respiración y yo sé que he de caminar con calma, segura, aceptando las infinitas posibilidades de que cada opción sea o deje de ser, pero me cuesta porque tengo miedo. Este miedo es un miedo colectivo, un pánico generalizado que a día de hoy llamamos crisis y que en realidad es el fantasma -real o imaginario- de la precariedad.
Así que me he parado para escribir aquí, en mi cuarto propio, porque el sentimiento de precariedad y el estado de crisis-cambio- provoca en muchas mujeres altos niveles de estrés y con éste, desajustes en el ciclo menstrual. Nosotras, las mujeres, aún estamos en una posición vulnerable en lo que a la economía se refiere con lo que nos vemos más expuestas a temer. Este temer es un enfoque, pues podemos sentirnos al límite cobrando 3000 € al mes. No atiende tanto a lo real, como a lo que imaginamos que puede ser. Nosotras estamos, por lo general, unidas al impulso de preservar la vida y por ello imaginamos mil y una cosas posibles que pueden ocurrir si «el dinero no llega» para cuidar de que la vida no se vea resentida o mermada. Así pues, vivamos realmente una situación de precariedad económica o no, vamos a sentir angustia antes de que la vida de nuestra familia se vea afectada. Es una alarma para preservar y buscar estrategias, una alarma que mantenida en el tiempo nos lleva a intoxicarnos de adrenalina y cortisol, resultando dañado nuestro sistema inmune (quedándonos expuestas así a múltiples enfermedades) y nuestro ciclo menstrual (sistema endocrino).
En los talleres de ciclo siempre dedico unas horas a trabajar los niveles de adrenalina -de hecho creamos un espacio oxitócico- Nuestro cuerpo funciona con la oxitocina, la hormona del amor. Esta hormona es la que nos ayuda a tener un ciclo regular, placentero y creativo. Esta hormona es la hormona ordinaria del cuerpo femenino, es decir que, en un estado normal, debiera de ser la hormona más común en nuestro torrente sanguíneo, pues procura el calor y calidez adecuadas para ser creativas, gestar, parir, criar y nutrir vida (humana y proyectos). En cambio en esta sociedad occidental son la adrenalina -hormona excepcional-y su vástago el cortisol quienes nos inundan el torrente sanguíneo. La adrenalina es la hormona que necesitamos para huir, para marcar una estrategia. En estados reales de peligro es la que nos permite la acción inmediata y así preservamos la vida. En nuestro día a día nos sentimos atacadas constantemente, especialmente en estos últimos meses. Además nuestro cerebro no distingue si es un problema real o es imaginario (previsión de algo que nos ocurra), pues para él todo es real y reacciona como tal. Así que cuando vemos que la vecina se ha quedado sin trabajo, que nuestra amiga no puede pagar la luz, nosotras comenzamos a segregar adrenalina y como, no actuamos pues el problema real no es nuestro (nosotras creamos éste como imaginario, nosotras imaginamos que eso nos ocurre a nosotras) esta adrenalina se mantiene en el cuerpo (la adrenalina a partir de ciertos minutos en el cuerpo comienza a ser tóxica) y se convierte en cortisol. Hormona que nos deja sedadas e incapaces de movernos y responder con elocuencia, pues el cuerpo se rinde a la tensión mantenida como constante. Así que cuando el problema se haga real para nosotras, no podremos responder pues nuestro cuerpo está intoxicado con enormes cantidades de cortisol, siendo éste, además, adictivo – ¿nunca habéis pensado porqué a veces nos quedamos enganchadas a problemas, pensando en ellos, incluso buscándolos en nuestra mente?-
Ahora bien, ante un problema real, la mujer que vive inundada de oxitocina tendrá siempre respuestas creativas porque las descargas de adrenalina serán puntuales y su cuerpo estará lo suficientemente relajado para actuar con creatividad y precisión. Además de dar una respuesta más amorosa y libre que no aquella que nace del miedo y sedación por pánico que es la respuesta del cortisol.
Una manera asequible de mantener la oxitocina es quedar con una amiga o compartir en un grupo de mujeres. Aquellas que ya estamos muy familiarizadas con los círculos de mujeres sabemos de la sensación de ligereza, calma y bienestar con la que salimos de estos encuentros. Son espacios en los que, de repente, nuestros problemas comienzan a tomar su verdadero tamaño-siempre se hacen más pequeños- y las respuestas creativas de una y de otra nacen alegremente, como amapolas en el campo. Ahí nuestras hormonas se equilibran en sintonía y relación ¿os suena eso de menstruar un grupo de amigas en las mismas fechas? bien, aquí tenéis una de las respuestas.
La cuestión aquí, para mí, valiosa es que hemos de hacernos responsables de nuestro bienestar. En estos momentos de crisis-cambio real e imaginaria, no podemos permitirnos el lujo de vivir intoxicadas, sedadas. Nuestra acción ha de nacer del estado de calma, desde ahí actuaremos (muy diferente a reaccionar) con creatividad, amor y libertad. Es desde este cuerpo oxitócico desde donde sembramos un cambio y lo hacemos real. Hemos de poner fin a la tiranía del miedo a través del automimo, del autocuidado. Si nos sentimos tensas todo el día, si apenas dormimos, si tenemos siempre un nudo en el estómago, si nos sentimos fuera de lugar… hemos de tomar las riendas y parar. Respirar profundamente, llamar a nuestra mejor amiga, buscar encuentros de mujeres, ir al parque a caminar, darnos un baño caliente, tomar un té, enviar un email a esa mujer especial, escribir en el blog… hemos de permitir que esa adrenalina nos lleve a una acción que permita un cambio, que permita que de hoy en adelante la oxitocina ocupe nuestro vientre y nuestra creatividad de mujer.
Ninguna acción desde el miedo nos lleva a la gloria.Toda acción desde el deseo, nos hace trascender y parir al mundo el cambio y la libertad en cuerpo de mujer.
Día 6: camino a la fase pre-ovulatoria
Pic Maia Flore