Ser cíclica y vivir en pareja con un hombre no es pan comido. Esta semana estoy buceando en las posibles ideas idílicas que he ayudado a construir en torno al ciclo menstrual y el mundanal mundo. En ningún momento quise transmitir que subir y bajar cual montaña rusa fuera lo más maravilloso en este mundo, ya que, aunque para mí sea lo más increíble, no deja de ser una putada (no encuentro palabra mejor) y no por el ciclo en sí mismo, sino porque vivimos en una cultura que ni entiende, ni admite, ni valora el cambio. Pero como siempre acabo hablando de lo mismo (la influencia tan potente de la cultura sobre nuestros cuerpos) hoy me lo salto y voy directa al grano: las relaciones íntimas y de convivencia con hombres.
Llevo 10 años viviendo con Alex. No voy a entrar en detalles pero sé que mi ciclo ha sido motivo de discusiones no sólo cuando no sabía qué narices me pasaba sino también cuando, por fin, supe qué ocurría conmigo, mis gustos, mis apetencias y mis necesiades a lo largo y ancho de cada una de mis fases. No seré condescenciente ni buenista, no diré: «¡pobres chicos! ¡tienen que convivir y amar a 4 mujeres!» Porque, sinceramente, es mucho más duro vivirse como una extraña con complejo de histérica y volatil durante tantaypico años. Pero aún así reconozco que se nos complica hacer entender a los tíos a los que amamos (a los que no, pues ni hace falta, que no somos madres ni educadoras de la sociedad y si lo somos, que nos pongan en nómina) lo que nos ocurre y quiénes somos. Especialmente porque nosotras mismas tenemos un nivel brutal de autodesconocimiento y con esto es hartamente hacernos entender si no entendemos ni papa de nosotras mismas. A éste le sigue la falta de seguridad en nuestro autonocimiento. Esto es, cuando llegamos a conocernos no estamos seguras de si lo que vemos es real o no, porque (por cultura) necesitamos la aprobación del entorno machotil. Bien de la pareja pero también del señor ginecólogo o del psicólogo. Pero, claro está, mientras nos conocemos y mientras nos cuestionamos y mientras ganamos seguridad en lo que aprendemos de nosotras mismas, seguimos viviendo bajo el mismo techo con ese chavalote tan majo al que llamamos cari, peque, corazón, pastelito o x nombre más-menos cursi. Y este majetón suele dar por culo ( es que no se me ocurre una expresión más acertada) un montón de veces por su falta de tacto, de entendimiento, de sensibilidad y de empatía. El súper chico se transforma en un súper imbécil y esto hace daño, mucho daño.
Yo no voy a ser la abogada defensora de los chicarrones, (lo siento pero no vengo aquí a hablar de lo buenecicos que sois que eso ya lo saben vuestras madres) pero sí que quiero que podamos abrir una brecha de diálogo porque a veces el nivel de angustia y frustración que alcanzamos genera un tremendo dolor que acaba en enfermedad y sentimientos autodestructivos, y esto es importante. He de decir a favor de los chicos (de algunos sólo) que tienen ganas de conocer qué pasa con su compañera y con el ciclo menstrual. Es muy común que chicos, tras saber de que trabajo, me pidan clases, encuentros, entrevistas (las útlimas en Onda Cero fueron pedidas íntegramente por los hombres del programa) bajo el pretexto de «querer entender a sus chicas». Yo, que soy muy naïf, les creo pero siempre les digo que para entender a sus compañeras han de escuchar a éstas, no a mí. Cada una somos diferente y cada una sabemos muy bien de qué pie cogea su pareja. Jamás he aceptado a hacer talleres de autonocimiento del ciclo menstrual para grupos mixtos porque ellos no menstrúan. Ellos no han de estar en todo lo que hagamos porque ellos no son siempre los protagonistas. Esto es importante que nos lo grabemos a fuego porque tenemos la manía aprehendida de querer integrarlos en todo lo que nos apasiona. Pues no. Hay cosas que una ha de saber de sí en su intimidad y en la intimidad del grupo de mujeres simple y llanamente porque no hemos llegado a esos niveles utópicos en los que, en el encuentro hombre- mujer, nos sentimos con poder suficiente para hablar con confianza, desparpajo y autoridad. Hay algunas que nos sentimos muy cómodas con los chicos, yo soy la eterna colega de tíos, pero aún así reconozco que con el tema de investigar y experimentar con mi ciclo y mi cuerpo necesito un espacio de intimidad con las mujeres. Además hay asuntos que una quiere convervar para sí, darse un espacio para su propia intimidad. Esto no significa que no se establezca diálogo (es imprescindible) pero de nuevo es un diálogo de la que se conoce y se cree, hacia su pareja, con un nivel de autoridad y confianza en sí misma bien diferente a cuando ella duda y teme.
Y ¿por qué esta autoconfianza (propia del autoconocimiento) es tan importante? Pues porque nos hemos pasado aprendiendo media vida que el ciclo menstrual es un rollo, una lacra, algo a superar y cientopicomil cosas más que nos han hecho perder confianza en nuestros cuerpos y en nuestra sabiduría. Además sólo desde la autoridad reconocida por nosotras mismas y por las mujeres que siguen este camino de conocerse sin vergüenza y con kilos de placer (suena a speech político pero es una verdad como una casa) podemos explicar a nuestro chico cómo funcionamos y cómo queremos que funcione nuestra pareja en relación a nuestros cambios hormonales. Ahora bien, ¿por dónde empezamos?
1. Conocernos
Sí. Es fundamental. Sabes la manida frase esta de «si tú no te amas, nadie podrá amarte» Pues con conocerse es la misma historia. Si quieres que te conozca, te tienes que conocer. La historieta romanticona esta de que él es el que mejor te conoce es mentira y da miedito, porque de ser así un extraño (persona ajena a ti misma) sabe más de ti que tú con lo que tiene más poder que tú sobre ti misma. Así que ponte las pilas y busca información que te ayude a invesitgar sobre tu ciclo y tu cuerpo. Tienes este blog, tienes los Redwalker’s fridays (gratis-gratis) y ya si quieres conocerte en profundidad y al dedillo tienes: los libros: Diario de un cuerpo, Cartas desde mi cuarto propio’12 y Cartas desde mi cuarto propio’13 (edición agotada, gratis ebook en la Comunidad) y, la joya de la corona: la tremenda escuela menstrual Soy1Soy4: La Comunidad.
2. Hablar con más mujeres
No, no eres la única a la que le pasa. Saber que no somos las únicas, no solo consuela (será consuelo de tontas pero lo agustito que se queda una al no saberse sola no es moco de pavo) sino que anima a investigar sobre una misma y sobre sus relaciones. Nos ayuda a cuestionar nuestra cultura. Comenzamos a abandonar la sensación de estar haciendo algo mal y aprendemos que lo que anda mal no somos nosotras. Esto ya es un paso de giganta. Además nos ayuda a coger fuerzas y a no desfallecer (el camino no es fácil). ¿Qué dónde hay mujeres que sepan de sus ciclos o les interese? pues aquí en los boletines sois unas cuantas (10 mil) y sois activas, en el facebook , twitter e Instagram también sois legión y os relacionais que da gusto, así que ya tienes por dónde empezar (En Soy1Soy4 las plazas están completas, somos 400 compartiendo, aprendiendo e investigando cada día nuestro ciclo así que no, no estás sola ni eres un bicho raro.)
3. Reconocer lo que sabemos
Mejor que tú, de verdad de la buena, nadie te conoce. Sabes un montón de ti y por ello no vale eso de agachar la cabeza cuando él te dice: te conozco mejor que tu madre. Porque tú y yo sabemos que es mentira. Claro que la convivencia es un grado y que tu pareja sabe mucho de ti, al igual que tú de ella, pero a veces estas frases tienen un tufillo a poder que me desquicia. A frases de este estilo, método de la Pantoja: dientes, dientes.
4. Explicar con claridad lo que queremos contar de nuestro ciclo
Claridad quiere decir como para un niño de 5 años. Y no, no es porque piensen que son unos críos, sino porque a mí me gusta que me expliquen las cosas de la manera más sencilla cuando sé que no podré llegar a comprender al 100% lo que me van a contar (ellos nunca menstruarán, por mucho que os juren que empatizan con vosotras esto es imposible y lo mejor es aceptarlo desde ya). Te recomiendo que lo hagas en la fase preovulatoria, que es cuando tu cerebro llenito de estrógenos se explica con la locuacidad que ellos admiran tanto y a la que, por sistema, están acostumbrados.
5. Dejar bien claro que todas nuestras mujeres (fases) son válidas y reales
Una misma ha de creer en sí misma y en el valor de todas sus fases. Esa frasecilla de «cuando me va a venir la regla, no soy yo» es una mentira como un piano de cola. No has sido más tú en tu vida, así que nos sorbemos los mocos y nos sentimos orgullosas de nuestra premenstrualidad o premonstrualidad, lo mismo me da, pero que también somos así es una realidad a asumir y a gozar. Por ello, cuando le dé a él por pensar que «en esos días» tú no eres tú, déjale muy claro que eres muy tú y que quizás lo que la ovulatoria se calló por eso de querer mantener la armonía (a esta fase le flipa eso de la armonía y el mimo) la premenstrual no se lo va a callar.
6. Pedir
Pide, y si hace falta, ordena y manda. Él no es adivino. Que no sepa lo que necesitas no le hace no ser perfecto, sino que le hace ser humano. De nuevo, el cuentito éste de que tu amor verdadero es aquel que sabe lo que quieres con apenas pestañear, es un cuento chino que trae miles de problemas. Y ahora me dirás: «pues mi amiga Andrea lo sabe. ¿Por qué no él?» y te diré: es un tío. Funcionan diferente. Por cultura o por genes, pero funcionan diferente. A ellos hay que decírselo con decisión y bien clarito. Y yo no digo esto porque sea una gurú en hombres (buffff qué trabajo más feo ése) sino porque decenas de chicos me lo han dicho e incluso suplicado. Es importante que nos sacudamos los complejos y quizás que dejemos el diálogo para cuando es necesario y útil, y comencemos a valorar la posibilidad de pedir lo que necesitamos y cómo queremos que sea satisfecho. Sí, lo sé da palito pedir y nos han enseñado a servir, justo lo contrario, pero por eso una ha de darse la vuelta como un calcetín y probar estrategias nuevas porque las que conocemos no nos están funcionando. Además, pedir no es exigir y tampoco lleva la falta de respeto. Es un acto muy noble que además, pone en evidencia nuestra necesidad de encuentro y relación con el otro. Es un acto de humildad y de amor.
7. Aceptar que ellos no nos lo van a dar todo
Tirando los mitos románticos por la taza del váter estoy, pero es que es cierto. Habrá fases, momentos, en los que te desesperes porque él no te satisface en x temas. Vale, es normal y sano. Tienes amigas, amigos, familiares que son parte de tu vida y que sí tienen aquello que necesitas en ese momento. Queda con esa persona que te aporta lo que deseas, verás que cuando vuelvas a casa te sientes a gusto sabiendo que no dependes del amor y atención de una sóla persona.
A esto añado una excepción y es que si aquello que deseas que él te dé es aquello por lo que comenzásteis y ahora no te satisface en absoluto ni puede dártelo, puede ser un síntoma de que vuestra relación necesita revisarse o finalizar.
8. Mantenernos fuertes en nuestras decisiones
Muchas claudicamos porque hemos aprehendido que hemos de conservar la armonía a cualquier precio. Sí sientes que tu enfado tiene sentido o que tu decisión es la que más te cuida y beneficia, sé firme. Puedes negociar, por supuesto pero no bajes del burro. Si te equivocas, perfecto, ahora podrás aprender una lección nueva.
9. Darles tiempo y espacio
Sí, es cierto, necesitan tiempo y espacio para aprender a manejarse ante el cambio que estás dando. Cuando una camina hacía sí misma y al encuentro de otras mujeres, la pareja se tambalea porque los cimientos comunes comienzan a cambiar. Puede ser que un día llegues hablándole de poliamar o que cuestiones abiertamente tu heterosexualidad y que él haga «crack». Es normal y va bien que así sea. El tema es que si sois una pareja que os queréis, os respetáis, os admiráis y os cuidáis mutuamente un montón, vais a necesitar tiempo y espacio para integrar los cambios que sucedan. Es importante asumir cuanto antes que toda acción trae consigo consecuencias y que somos responsables de lo que abrimos y cerramos ¡Esto no es una amenza! Es la base de toda relación intra e interpersonal. Es un camino intenso pero merece la pena. Suele ocurrir dos cosas: que los lazos se hagan más fuertes o que se aflojen hasta soltarse. Sea como sea, para mí, es el precio que una paga por atreverse a gozarse y conocerse hasta la médula.
10. Sonríe, es un buen tipo
Si está ahí, con la mantita de cerezas, con la infusión de salvia, comiéndose el orgullo cuando le cantas las verdades, aceptando que no es el centro de tu vida, abrazándote cuando te pegan los ataques de ansiedad y haciéndote reír cuando crees que el mundo te traga sin piedad, este chico merece compartir espacio y tiempo con alguien como tú.
Aún reconociendo que estos 10 años no han sido ningún paseo por las nubes, sé que están siendo los años más felices de mi vida. Alejo es un gran tipo. Ama a la Señora Premen, de hecho dice que mi fase premenstrual le ha acabado conquistando. Admite sus reservas hacia mi Indomable (fase preovulatoria) porque, reconoce que, es muy masculina y le genera conflicto y me recuerda, cuando temo, que lo mejor que nos ha pasado en la vida es conocerme en mi redondez, en la plenitud de mis 4 mujeres/animalillos/whatever. Sí, ser cíclica y convivir con un hombre no es pan comido, pero sí le pones mantequilla, mimos, mermelada, determinación, ciruelas, mala-leche (cuando toca) y confianza se consigue. Además ¿quién narices quiere vivir en un cuento de hadas y ser la princesita, pudiendo ser la reina de todo tu cuerpo y tus decisiones?
Nota: los hombres (cis) no son lineales. No hay animal humano o no que lo sea. Como nosotras viven cambios biopsicoculturales a través de la interacción de la química de su cuerpo y el entorno. Aquí puedes leer sobre el ciclo masculino.