Bruja, mala y puta ¿y tú?

Bruja, mala o puta. Quizás las 3. Quizás sólo 2. Como mucho una. Pero alguna vez alguien te ha tenido que llamar así. Vale, o sus sustitutos: zorra, pécora, arpía, guarrilla, loca,facilona, golfa, salida, maldita… 

A mí me lo han dicho mil y tres veces en mi vida. Desde mi tierna adolescencia hasta quizás, hace media hora (si lo hacen no me lo dicen a la cara). Yo fui la puta y la mala de mi clase. Durante un verano fui la puta escrita a rotu en las taquillas de la piscina. Me consta que para un par de entonces sigo siendo un veneno en su imaginación de adulta nostálgica. Como sea, yo he sufrido un montón por ello. Como siempre os cuento, no ser querida es mi talón de Aquiles con lo que ser señalada por estas palabas redondas y carnosas me ha hecho la vida imposible. 

Ahora no. Ahora me gustan. Vale, sí, prefiero las bonitas y alegres pero me gusta sentir que soy una bruja mala malosa y muy puta. Más que nada porque estas palabrejas señalan que siempre he hecho lo que sentía (en realidad, hablando en plata «lo que me salía del coño») y que, a diferencia del resto que señalaba y criticaba, siempre he dado la cara por ello.

Como bien pensáis estas etiquetas no las pusieron los chicos sobre mí. De hecho ellos eran más cobardes porque me dejaban en cuanto ellas les comentaban lo mal que estaba que se codeasen conmigo (gran favor, pues así me libré de grandes patanes). Fueron niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres al fin y al cabo. Algunas, no os digo que no, tenían sus motivos (no soy un angelito, la cago varias veces a base de bien) y otras tenían sus miedos frescos y relucientes, material básico para señalar a la Otra. Si os digo la verdad, no las culpo. Les agradezco. Porque los sentimientos de soledad y no pertenencia me llevaron a querer buscar más en mí y aventurarme a mantener otro tipo de relaciones. (Por cierto no mantengo el tópico de que las mujeres son malas entre ellas por bla, bla bla. Este sentimiento absurdo está inoculado por la cultura de este sistema, por el que una mujer decente -esta decencia la marcan los hombres- se ha de comportar según ciertos cánones. El resto de las mujeres ejercen de policía y juezas para que la propia supervivencia se mantenga. Es decir «nos depellejamos» por sobrevivir no porque tengamos un gen femenino de odio hacia nosotras.)

Está claro que ser bruja, mala y/o puta te da un margen, cierta libertad. Especialmente porque una vez que te califican como tal parece que todxs ellxs asumen que cualquier cosa puede venir de ti. Ya pasas a un segundo plano (que en realidad es primer plano porque no pueden vivir sin saber de ti y tus andanzas) en el que no hay más por perder ya que «todo está perdido». Ser la niña buena y aplicada (también tengo esas etiquetas, es increíble lo que cabe en un cuerpo) me ha traído más desgracias que la de zorra arrogante, la verdad. El peso de las expectativas era más grande y complicado.

Pero bien, no es ahora cuando desgranaré la fruta prohibida porque de este tema estaré hablando en la 14ª videoconferencia on line el 24 de octubre. Si estás suscrita nos veremos en vivo y en directo, y si no lo estás, pues ya sabes qué hacer (en la columna de la derecha del blog tienes el formulario).

Soy muuuuy mala, aunque en realidad no sea más que un cachito de pan (¿duro?) 😉

Día 3: fase menstrual 

Pic de American Horror Story

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Conocerte es vivirte. Vivirte es amarte. Amarte es ser libre.

 

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