A veces no puedo. A veces me hago trampa. Estos días son esas veces. Hoy es mi segundo día con «la regla» y estoy trabajando. De hecho llevo una temporada haciendo y malhaciendo lo que sé que va a hacerme daño. Me hago daño a posta. No de manera consciente pero sé que estoy poniéndome la zancadilla. Trabajo más de lo que puedo procesar, cuido más de de lxs demás de lo que puedo cuidarme a mí, vivo pendiente de los emails y me aseguro de cumplir al 100% los compromisos que adquiero con mi trabajo y yo me quedo al final, olvidada, arrinconada a sabiendas. Porque no puedo seguir engañándome estoy tratándome mal. Sé que no me lo merezco pero formo parte de esa inercia que provoca que antes esté el resto de mundo que yo.
Estos días encerrada creando (y los que me quedan) me he hecho diminuta. Apenas sí un suspiro de lo que entiendo que soy. Esto provocó que este fin de semana acabara rompiéndome, saltando en mil pedazos. ¿No os ocurre que cuanto más os machacáis vuestro cuerpo más se enfada? Sí, esto pasa. Yo me boicoteo de manera muy profesional. Esta vez me he hecho mucho daño. Nada que no se peuda remediar, aún mi cuerpo me da cuartelillo peroe stoy empezando a ver las orejas al lobo. La sensación de no ser ni hacer lo suficiente me ha estado devorando durante toda la vida. Si alguna hablase con mi madre ella destacaría lo increíblemente responsable que soy. ¡Como si eso fuera un motivo de orgullo! Soy el animal más irresponsable que hay en el planeta. Vale, igual no tanto pero soy hartamente irresponsable con la persona que más necesito: conmigo. Apenas me alimento, no me doy tiempo a dormir lo que necesito, no salgo a jugar. Todo es trabajo. Y como el trabajo me encanta pues sigo hundiéndome en esta espiral. Para salir de ella, salgo y me rompo. Son los mismos recursos que tenía con 20 años. El tema es que ni los quiero, ni me sirven.
Me gusta crear pero no puedo hacerlo siempre. Quizás sea a lo que menos me dedico en mi jornada laboral. Las gestiones me comen por las patitas. Cuando puedo tener un espacio para crear ya estoy tan cansada que apenas si me siento medianamente satisfecha con el resultado. Sí, sigo mis impulsos hormonales pero a veces, como ahora que ando tan saturada, me ahgo trampa. Y es entonces cuando me doy cuenta de lo importante que es el mensaje que hay tras mi trabajo. Respetar nuestros ciclos es fundamental porque si no llegamos aquí, donde habito estos días. Un infierno amorfo y absurdo donde una tiene la ilusión de que sin ella todo está destinado a perecer o saltar por los aires (y perecer después).
Este domingo viví una noche oscura del alma. Era el día antes de mi menstruación y además tenía resaca. Ante mí se pasearon todos los fantasmas de mi vida en menos de 4 horas. Hacía siglos que no sentía ese dolor punzante que te impide ver más allá, ese mantillo negro que te cubre la cara entera y te hace sentir que no cabe ni un mililitro más de oxígeno en tus pulmones. Horomonalmente es el momento más crítico del ciclo. Fui tan poco lista que me forcé a salir el día antes aún sabiendo que ni me apetecía y ni podía socializar como acostumbro. Así que para «no defraudar a lxs demás» decidí beber. 29 años y sigo con esa estupidez de beber para cubrir mis altos niveles de timidez (niveles que son desorbitados los últimos días de la fase premenstrual). Me pasó factura. Una muy cara. Fui consciente de lo mediocre que fue mi comportamiento y pude comrpobar que si una está rota, prenderse fuego es lo que peor que puedes hacer.
No quiero daros la impresión de que me estoy autoflegelando. Eso ya lo hice el domingo. Lo que hago es compartir esta angustia de no saber qué hacer con una misma y los recursos nefastos que he utilizado para hacer el ensayo- error. Ayer me quedé en la cama. Dormí como un bebé. No me dolió la barriga ni tuve calambres en el útero. Todo podría apuntar a que sería dolorosa pero intuyo que haberme roto y verme tan rota hizo su trabajo. La fase menstrual es muy útil para replantearse la vida y sin duda esto es lo que estoy haciendo. Este domingo murió ese pedazo de mí que tanto daño me ha hecho. Lo maté y me permití morir. Ahora estoy comenzando a abrir los ojos, como una recién nacida. Agradezco la nueva oportunidad. Confío en tomarme en serio porque es fácil volver a la inercia. Es duro olvidarse del dolor que te ha llevado al cambio. Por ello voy a dejar bien a la vista la herida y cuando se haya hecho cicatriz confío en que ésta deje mi piel tatuada para recordarme que, de nuevo, he tenido un giro más, una posibilidad, un agujero por el que asomarme a respirar.
Esta semana no sé si podré escribir tanto como acostumbro. Muchas cosas van a cambiar. Una de ellas es ésta. Necesito darme más a mí y para ello no podré, durante un tiempo, dar tanto como acostumbro a lxs demás.
Gracias, infinitas, por estar a mi lado. Siempre
Aquí la canción que me mece sin cesar: I Follow Rivers de Lykke Li
Día 2: fase menstrual
Pic de Designspiration