Tallas normales y especiales: Carne de segregación

¿Qué pasó con las modistas? ¿Su desaparición puede ser el secreto de esta segregación por tallas de ropa? 

Una marca de ropa de origen catalán que empieza por M y tiene nombre de fruta exótica (que no, que no os hago publicidad gratis) anuncia orgullosa una nueva línea de ropa que va desde la talla 40 a la talla 52. La idea es abrir tiendas con esta línea para, como decirlo finamente, enguetarnos. Entre tener que ser guapa, inteligente, multitarea, deseosa y deseable (en su justa medida) tenemos claro que hemos de tener una talla «no especial», una normal, una 36 de toda la vida (hace menos de 50 años este tallaje era para niñas- adolescentes). El tema aquí, el que yo quiero tratar, no es el de si una 40 es «de gordas» o no Porque ya el término «de gordas» me desquicia. No voy a alimentar la segregación por tallas diciendo «nosotras las que no estamos gordas» porque es ofensivo, estúpido y significa lo mismo que lo que estamos señalando de esta marca de ropa.

Vamos a ver. Para las que hemos tenido problemas con nuestro cuerpo y trastornos alimenticios (somos muuuuchas) la talla 40 no ha sido nunca una talla deseable. Esta es una realidad y disimular ahora, no tiene sentido. Recuerdo cuando tenía 15- 16 años y no entraba en la talla 38. Viene a mi cabeza un recuerdo muy nítido en el que mi mejor amiga (ella siempre ha tenido una talla 36) me decía lo bien que me quedaba un vaquero y mi llanto y angustia porque su talla era la 40 y me negaba a comprarme tremenda abominación. Recuerdo pasarme días sin comer para ver si conseguía comrparme su versión en la 38 y no conseguirlo. Recuerdo seguir dejando de comer. Y no, no conseguirlo nunca. Aun «superada» mi anorexia (no creo que sea algo que superas por siempre jamás) la talla 40 siempre me ha incomodado. Es mi talla. Es la talla de mi cuerpo serrano, de mis caderas (porque de torso tengo una 38- 36). De hecho se me antoja una talla algo pequeña (cada vez las hacen más pequeñas). He conseguido hacer las paces con mi talla 40, la cual utilizo desde los 11 años (con 10 usaba la 42- 44), pero reconozco el mensaje de esta nueva línea cuando leo:

¡nuestra nueva colección con prendas de la talla 40 a la 52 diseñadas para ser cómodas, femeninas y modernas!

Sí, ya sin tapujos: la 40 es una talla de mujeres especiales. Como la 44 y como la 50. Vale, todas sabemos que la talla 40 no es un talla grande. Pero para aquellas contaminadas por el sistema y sus medidas, esta afirmación a calzón quitado, es la confirmación de nuestros fantasmas. «Sí, es verdad, la 40 es ya una talla de gorda«. ¡Joder con las gordas y las flacas! Ahora resulta que las de la 44 odian a las de la 36 y éstas a las de la 50. Más segregación, más rabia, más dolor. Las de la 40 estábamos ahí, en el medio, en lo que decían que era saludable  «38-40-42, tallas saludables» y ahora ya estamos en el epicentro de la discordia. Lo absurdo es que entramos. De boquilla igual no, pero por dentro un nudo se ancla en nuestro estómago. Hemos sido criadas para agradar, para encajar. Ahora resulta que tampoco encajamos en la talla saludable ¡a la hoguera! Nos estamos enfadando porque no encajamos en su sistema de mierda. Esto es de locas.

Sí, vale, quiero que rectifiquen pero no quiero quedarme ahí. En plan: «por favor, vuelvan a admitirnos en el club de las normales«. La clave aquí es que yo no quiero estar en su club. No quiero que mi cuerpo tenga que entrar en sus medidas. No apruebo más acciones de segregación. Mi cuerpo no es un maldito número dependiente de la fluctuación de cada marca o línea de ropa. Hace unos años, en este país, las mujeres sabían hacerse su propia ropa. Siempre había una vecina que era modista y ésta creaba ropa para cada cuerpo, para cada contorno único o bien hacía adaptaciones. Las líneas, los cortes, los patrones se hacían al cuerpo de la mujer, no al revés. Hubo un tiempo en el que las mujeres éramos las creadoras de nuestra ropa. Mujeres que saben de cuerpos de mujeres. De lo que a cada una le favorece o no. Pero esto lo fuimos perdiendo. Como «las labores» nos tuvieron «presas», abandonamos este conocimiento. Se lo dejamos todo a unos muchachos- personas juridicas (tampoco ser mujer es sinónimo de saber de cuerpos de mujer) que, de cuerpos de mujer no tienen ni idea. Ellos y sus pajas mentales sobre cómo han de ser nuestros cuerpos nos han traído hasta aquí. Las tallas estandarizadas comenzaron a decirnos si éramos aptas o éramos especiales. La ropa es la que determina nuestra validez en el sistema. Lejos de que la ropa nos sirva, nosotras hemos de servir a la ropa.

Con todo este revuelo podría decirse que somos unas exageradas las que os hemos puesto de uñas. Pero es que de las grandes marcas una no puede andarse confiada. Su mensaje nunca es naïf y está medido por todas las partes (labores de marketer). Que una mujer de la talla 40 esté en una nueva línea (con nuevas tiendas) con las de las tallas grandes, ofende a la mayoría porque sienten que ellas (nosotras), las de la talla normal, vamos a tener que ir con las especiales. Si hubiera sido que las de la 40 nos quedamos con las de la 36 y, a partir de la 44 te vas a la nueva línea, todas habríamos respirado tranquilas porque estamos con las válidas, las normales. Hay un mensaje de fondo, hay unos nuevos límites que determinan una nueva segregación. Por supuesto que una talla 40 no es una talla de gordas. Que es contraproducente vender esta imagen y que a muchas mujeres les va a dar repelús entrar en una tienda de esta línea porque en su mente aparece una imagen de «si compras aquí, ya estás perdida». La historia aquí es que hemos aceptado la segregación años atrás. Hemos dejado que se trace una línea entre las normales y las especiales. Donde nos han dicho quiénes son unas y quiénes las otras. Aceptando la competitividad que esto suscita y dejando nuestros cuerpos como paga y señal. 

A mí, personalmente, me revientan los tallajes. Haberme sentido talla especial durante tantos años me ha hecho un tremendo daño. Cuando, por fin, tuve una talla normal para mi edad me sentí incluida en un club que, años antes, miraba desde el cristal, suspirando, deseando poder ser parte de él, algún día. Este deseo tan doloroso es habitual, común. Por mucho que digamos que no, que son bobadas, este anuncio ha abierto una herida. Queremos ser de las normales, no queremos ser especiales. Queremos entrar en su mundo. Queremos que sigan segregándonos según su criterio. Pues me llamaréis exagerada pero yo no entro más. He sufrido muchísimo, me he dejado la salud, he renunciado a vivirme más ligera por ser «una más del club». Sinceramente creo que deberíamos volver a patronar, a coser, a tejer, a hacer que la ropa sea algo que te sirve, te viste, tehace bella (según los  criterios estéticos de cada una). Yo paso de seguir en sus clubes y paso de seguir hablando de tallas normales y especiales, porque lo que hay en esas tallas, son mujeres de carne y hueso. 

Yo no sigo tragándome esto. Yo dejo de participar en esta segregación. Así que si alguna sois modista, tejedoras, costureras, dejad, por favor, vuestros datos en los comentarios para componer una lista de mujeres que hacen ropa para mujeres, no para moldes de «clubs selectos»

Día 10: fase preovulatoria

Pic de Ismael Llopis: Soy yo misma, perdiendo mi vergüenza a ser fotografíada en bragas.

Toda una terapia.

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Conocerte es vivirte. Vivirte es amarte. Amarte es ser libre.

 

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