Hoy partió el último boletín del año al buzón de las suscriptoras. Escribir boletines todos los meses (salvo 3 que por x motivos no pudieron ser. Una no es una maquinita) es un ejercicio de reflexión que me gusta pese a que, muchas veces, me provoca ganas de salir corriendo. No es sencillo cuestionarse tanto. No para mí. En no pocas ocasiones replantearme tanto las pequeñas- grandes cosas de mi alrededor me deja vacía o, quizás, llena de contradicciones. Éstas me hacen replantearme si soy como creo que soy. Me hacen más humana, cierto, pero muchas veces (las contradicciones) me traen por la calle de la amargura. Por eso, en este boletín quiero hablar de ellas. De las mías. De las íntimas y personales que pueden ser como las vuestras. Contradicciones tontorronas, contradicciones insolentes, pero siempre contrarias a lo que «deberíamos ser por ser x».
Os dejo un pedacito del boletín para ir abriendo boca:
De nuevo, reconozco mis gustos contrapuestos e incluso contrarios. Resulta que durante mucho tiempo esto me persiguió como un estigma. Ocultaba mis contradicciones, no sólo a los ojos de lxs demás, sino también a los míos propios. Mis contradicciones me resultaban muy molestas, como una señal que mostraba lo impúdica que era. Ellas hablaban de mi incapacidad para sacudir la cultura de mi cuerpo y de mi mente. Por culpa de ellas, siempre me he sentido fuera de lugar. Cuando era vegetariana ocultaba mi pasión por el jamón ibérico; cuando pertenecía a grupos de crianza escondía mi deseo de, en caso de ser madre, no pasarme todo el día con mi churumbel en brazos y tener tiempo para mí; cuando comencé en los grupos feministas ni siquiera quería reconocer mi fascinación por los tacones y la lencería fina (no soy capaz de llevar ninguno de ellos pero me chiflan). Y así ha sido en cada grupo, manada o colectivo en el que he participado. Desde la cooperativa de consumo ecológico al grupo de pensamiento literario. Siempre me he descubierto embelesada por aquello que es la antítesis de lo defendido, practicado o promovido.
Mi actuación en estos casos era guardar al fondo del fondo mis truculentas pasiones. Allá a lo lejos ya no las vería y nadie, por supuesto, podría acceder a ellas. Esto no me funcionaba durante mucho tiempo, porque todo lo que se hunde para ser olvidado, resurge con fuerza y sale a flote en el momentos más inesperados. De hecho, siempre están ahí, en estado latente, como larvitas. Y ¿dónde se pueden apreciar? En la envidia. Mi madre siempre me ha dicho: “aquello que tanto criticas es fruto de la envidia. Te da rabia que otrxs hagan algo que tú estás deseando y, por x motivos, no te atreves”. Y sí, mi madre tiene toda la razón. Quema, pero la mujer sabe lo que se dice. Las contradicciones si no se viven con ligereza, si una se las toma tan en serio como para esconderlas, acaban siendo deseos frustrados que, al verse cumplidos por otras personas, sacan los instintos más absurdos que tenemos.
Por cierto este boletín con su brutal ilustración de Sara Fratini y sus 11 hermanos más, están en la Colección 2013 de Cartas desde mi cuarto propio.
Día 12: fase preovulatoria a ovulatoria
Pic de Gema Rubio para la Colección 2012 de Cartas desde mi cuarto propio.