La domesticada precaria

Yo quiero el dinero.

Lo quiero.

Lo quiero para mí y lo quiero para ti y para todas nosotras.

Estoy cansada hasta la extenuación de esta precariedad que nos domestica, que nos vuelve sumisas, que nos corta las alas y que nos moldea, además, para buscarla para ser dignas, buenas muchachas. Vivimos en un mundo capitalista. Ésta es una de nuestras realidades. El capital es quien ordena y manda. Si nos mantenemos alejadas de él seguiremos siendo quien obedezca por el miedo y el vértigo que nos da no tener recursos.

Un cuarto propio y 500 libras. Sí Virginia en eso estamos 86 años más tarde. Nos hemos comido con papas el cuentito del amor, la historieta de la revolución anticapitalista por la que nosotras seguimos siendo las que pagan pero no ingresan; las que hacen talleres en cuchitriles insalubres; las que se dejan las últimas de la lista. Todo esto lo hemos elegido nosotras por ser más dignas, más rebeldes, más libres. No sabemos ni queremos aprender a ponernos precio. No ponemos precio a las labores de crianza y cuidado, no ponemos precio al trabajo de educación, no ponemos precio a los años de formación y especialización. Ponernos precio nos parece una deshonra mientras nos comemos las sobras y nos sorbemos los mocos para no gastar, para no consumir. En esta sociedad lo que no tiene precio, no vale. Es la cruda realidad ¿Qué ocurriría si cobrásemos un sueldo, a nuestras parejas, por criar? De no hacerlo, seguiremos siendo un item más en el presupuesto familiar. Objeto de consumo, no sujeto. No tomamos decisiones sobre el capital. El capital y ellos las siguen tomando sobre nosotras.

Mientras, ellos siguen disfrutando del poder y la libertad de movimiento que da el capital en esta sociedad. No nos temen ¿por qué iban a hacerlo? Nunca hemos ido a por lo que realmente les da estatus y valía en este mundo. Lo hemos dejado de lado burguesas y proletarias. No hemos sido listas. Nos creímos el cuentito de la malvada puta y la voraz tiburona ejecutiva. No, nosotras  seremos putas y tampoco tiburonas, nosotras domesticadas precarias ¡mucho mejor!. Aprendimos a sentirnos culpables por abandonar la precariedad y seguimos siendo las juezas y policías frente a aquellas que se cansaron de la precariedad (auto)impuesta. 

Yo quiero el dinero en tus manos, en las mías, en las nuestras. Quiero que lo movamos y lo hagamos crecer entre nosotras, entre nuestros proyectos y entre nuestros deseos. Se acabó el contar monedas y racanearnos entre nosotras. A ellos no se lo hacemos. Vamos a tomarnos en serio, vayámos a por el dinero. 

Hasta aquí puedo leer, porque tengo ganas de que, juntas, le pongamos cuerpo a estas ideas. Hoy os espero a las 19h para la 15ª videoconferencia «La domesticada precaria».

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Pic de Eduardo Recife

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Conocerte es vivirte. Vivirte es amarte. Amarte es ser libre.

 

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