Opacidad y palabra en mi cuerpo

Me ocurre algo con mi cuerpo, algo que no pensé que fuera natural, algo que me dijeron, desde muy pequeña, que era un problema de personalidad. Ocurre que me miro en el reflejo del cristal y observo que hay una mujer increíble sonriéndome, más allá. 

Los años de trastornos alimenticios, los siguientes de control disimulado se han esfumado. No sé si ha sido de repente o ha sido paso a paso, lo que sé y lo que siento es una felicidad inmensa. Sinceramente creo que toda mujer (todo hombre) no desea nada más que sentirse en paz y gozo en su propio pellejo. Poder sentir que mis confines se expanden a los sentidos, me preña de ligereza. Los límites de mi cuerpo me hacen libre…

Realmente sé que ha sido un Camino. Realmente sé que ES un Camino. Yo lo llamé El Camino Rubí. Un caminar intenso, una travesía de dentro a fuera y de abajo arriba. Una vuelta de piel, una muda de ideas, un equipaje que se purga en el sendero… Quizás sorprende que me sorprenda, yo acompaño a las mujeres a caminarse, a conquistar su Inframundo con lo que se presupone que yo ya lo sé todo. Cuando yo he dejado de «saber» hace tiempo ya. Yo siento y del sentir, creo y al crear, conozco y, al conocer comparto y al compartir, me expando y contraigo deliciosamente. En estas contracciones de vida, siento mi cuerpo en toda su dimensión. Y es tan tan tan tan

I.N.C.R.E.Í.B.L.E

No es un increíble de divertido ni un increíble de bello, va más allá. Creo que al querer quedarnos con la parte bonita, luminosa del cuerpo nos vamos limitando. Conozco varias terapias, varios caminos, en todos ellos la luz se promete, la paz, la calma … he practicado unas cuantas y realmente siento (mi sentir es corporal y por tanto, personal) que la oscuridad merece su cobijo, respeto e intimidad. En las clases del máster de Estudios de la Libertad Femenina de Duoda, con la profesora y doctora Pilar Babi, aprendí que el cuerpo, también, es opaco y que necesita serlo. Hay puntos de él, de nosotras, que no vamos a comprender con la mente y que es necesario que sea así. Siento que este aspecto me ha ayudado a sentirme más ligera en la relación con mi cuerpo y en el acompañamiento de mujer a mujer. Indagar en cada causa y buscar mil versiones de mil veinte gurús sólo nos lleva a la confusión y muchas veces a la culpa. La mayoría de las veces nos saca de nuestro propio cuerpo y nos hace, bajo mi experiencia, vulnerables a comprar, adquirir, tomar aquella «solución única y milagrosa» que nos devuelve «a la luz que somos». Sinceramente (¿cómo si no?) la solución no va por ahí. En realidad no hay solución sino experiencia de vida. Experiencia auténtica de una con su cuerpo y de su cuerpo en relación con una y las/los demás. Por ello yo creo en la educación (que significa acompañar a sacar lo mejor de una/o), creo en posibilitar la experiencia de autonocimiento más que en la terapia (necesaria cuando lo es) para promover la autonomía y la relación cocreadora entre mujeres. Es obvio que como pedagoga la educación para mí sea el nudo de la madeja, sin embargo, siento profundamente que hemos de transitar por esta experiencia de vida más que analizarla, justificarla y cuestionarla. Con esto no estoy diciendo que la terapia no sea necesaria, por supuesto que lo es, pero no es la clave para todo ni es sostenible en el tiempo-vida. Yo he ido a terapia y estoy segura de que el nudo que pude abrir fue gracias a la relación con aquella mujer terapeuta, pero fue en un momento, en un espacio. Ahora sé que aquella agonía por comprender todo de mi pasado real e imaginario era el fruto de no aceptar la opacidad de mi cuerpo. Reconocer que hay sitios de mí a los que no llegaré me permite caminar sabiendo que hay madrigueras y pozos en mi propio bosque y que sin ellos, yo no sería la mujer que soy. Como dijo Luisa Muraro en el último seminario de Duoda llamado La suerte de nacer mujer:

«Yo creo que más que hacer psicología, lo que necesitamos, las mujeres, es hacer simbólico»

Sí, yo también lo creo. Hacer palabra nuestro cuerpo. Nombrar nuestros vacíos y oscuridades. A veces lo haré sola y muchas otras en relación con otras mujeres. A veces me quedaré muda pero entonces sabré que no nombro porque hay vacío, porque no hay palabra, porque no hay espacio… entonces reconoceré  aquello que me ocurre a mí en mí, sin o con angustia, pero siempre con un espacio de seguridad propia pues al conocerme y darme palabra el cuerpo se hace cuerpo. Y cuando esto ocurre,  es tan tan tan tan

I.N.C.R.E.Í.B.L.E

 

 

Día 20: caminando a la fase pre menstrual 

 

 

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Conocerte es vivirte. Vivirte es amarte. Amarte es ser libre.

 

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