Muchas personas, en muchos lugares del mundo, se hacen daño. Se cortan, se queman, se arañan, se pellizcan… se autolesionan. La mayoría de ellas se sienten culpables por hacerlo, y a veces no entienden qué les ocurre.
Es difícil que reciban ayuda. ¿A cuántas de vosotras os han hablado de autolesión en el instituto? ¿A cuántas de las que sois profesionales sanitarias os han formado en ello? A pocas, o a ninguna.
Pero es un fenómeno que existe, que es complejo y que necesita nuestra atención. Por eso hago este post, esencialmente divulgativo, para que conozcamos mejor este fenómeno y podamos ayudar a quienes encontremos en el camino.
Qué es (y qué NO es) la autolesión
Autolesión es causarse daño a una misma. Puede parecer una preogrullada, pero no lo es. Si te clavas las uñas en las palmas de las manos cuando estás nerviosa, te estás autolesionando. Si te muerdes los carrillos por estrés, te estás autolesionando. Si te muerdes las uñas hasta las cutículas, haciéndote daño, y no lo puedes controlar, te estás autolesionando.
Es importante ser consciente de esto, porque lo trae a nuestra realidad. Hace que lo sintamos más cercano y que nos quitemos de la cabeza la imagen de un brazo surcado de cortes como paradigma de la autolesión. Tal vez tú te autolesionas y no eres consciente de ello.
La autolesión NO es masoquismo. La persona que se autolesiona no lo hace buscando placer, ni disfrutando de lo que le ocurre.
La autolesión NO es (necesariamente) una llamada de atención. En general la persona que lo hace lo lleva en el más estricto secreto, para no sentirse juzgada, y lo último que quieres es llamar la atención sobre sus heridas.
La autolesión NO es algo exclusivo de personas con trastornos mentales o alimenticios. Es clásico que el personal sanitario relacione la autolesión con la anorexia, pero son fenómenos distintos. Una persona que sufre de anorexia y se autolesiona, generalmente manifiesta sadorexia.
Una persona con trastornos mentales puede autolesionarse, pero ésa no es la autolesión de la que hablamos aquí.
La autolesión NO es un intento de suicidio. Son fenómenos diferentes. La persona que se autolesiona no quiere acabar con su vida, quiere ser capaz de continuar con ella y por eso se daña, para ser capaz de manejar su sufrimiento y seguir viviendo. Aunque un episodio de autolesión puede irse de las manos y acabar en muerte, la autolesión y el suicidio no van necesariamente de la mano.
La autolesión más extendida es un fenómeno en el que una persona sobrepasada por emociones muy intensas y dolorosas, recurre al dolor físico para manejar mejor su sufrimiento emocional. Esa persona puede estar perfectamente sana, y autolesionarse.
De hecho, la autolesión puede ocurrir de forma sistemática o puntual. Si una persona se encuentra en una situación muy angustiosa, de muchos problemas, o en una depresión, puede autolesionarse casi a diario para manejar el dolor en el que vive.
Pero una persona con una vida “perfecta” también puede recurrir a las lesiones para superar momentos puntuales de sufrimiento, estrés o angustia.
Hay personas que sólo se autolesionan puntualmente. Y, en general, la mayoría de quienes han pasado por una etapa de autolesión sistemática, tendrán “recaídas” o autolesiones puntuales en momentos de mucho sufrimiento.
Por qué ocurre la autolesión
Como hemos dicho, la autolesión sucede cuando nos hacemos daño para manejar un dolor emocional que nos destroza.
La persona se siente terriblemente mal. Triste, angustiada, aplastada… Se siente en una especie de pozo en la que no siente que tenga ningún control ni poder sobre sus sentimientos o su vida. En ese momento, la autolesión aparece como un recurso para manejar lo que le ocurre. Y, cuando se realiza, suceden varias cosas:
- Al hacernos daño, el cerebro libera un “chute” de adrenalina y endorfinas. Esta descarga tiene la habilidad de dejarnos la mente en blanco, reduciendo bruscamente nuestras emociones previas y “reseteando” nuestros pensamientos. Nos quedamos tranquilos.
- El dolor o el malestar físico requiere ahora toda nuestra atención. A diferencia del dolor emocional, el sufrimiento físico es tangible: Vemos las heridas, las tocamos, podemos abarcarlas y llevar a cabo acciones que las curen. Hemos convertido el sufrimiento emocional, intangible y opresivo, en algo abarcable.
- Debemos curarnos las heridas y, según la zona, taparlas para que no nos descubran. Esto nos obliga a pasar unos minutos cuidando de nosotros mismos, dedicándonos atención. Algo que, en general, la persona que se autolesiona hace poco, al ser frecuente que tenga una muy baja autoestima.
Al dedicarnos esos minutos de autocuidado, nos sentimos mejor. - Pasado todo esto, pueden pasar dos cosas: Nos quedamos tranquilos y volvemos a nuestra vida sintiéndonos en control de la situación, o entramos en la espiral de la culpa. Nos sentimos mal por lo que hemos hecho, nos despreciamos y, sin querer, establecemos las bases de la próxima autolesión al fomentar sentimientos negativos contra nosotros mismos.
Esta cadena de sucesos es importante, porque responde a la pregunta “¿por qué lo haces?”. Porque funciona. Cumple su propósito, ayuda a salir de la espiral de dolor. Por supuesto, es una estrategia dañina, pero su efectividad a corto plazo es innegable.
Hay personas que sufren traumas específicos que detonan el comienzo del malestar que provoca las autolesiones: abusos sexuales, problemas familiares serios, acoso escolar… Pero esto no ocurre en todos los casos.
Lo único que es común a todos los casos de las personas que se autolesionan es una carencia de autoestima que no siempre es obvia ni para quien lo sufre ni para aquellos que le rodean. La autolesión es la última manifestación de un proceso de auto-odio que normalmente tiene muchas pequeñas manifestaciones en la vida diaria de la persona.
¡Cuidado! Esto no significa que quien recurre a la autolesión lo haga conscientemente para castigarse o manifestar su odio. Esto casi nunca es así. Pero en el fondo, ese odio existe. Porque, pensémoslo: ¿haríamos daño a conciencia a una persona a la que amamos?
¿Es posible dejar de autolesionarse?
Rotundamente SÍ. Es posible tanto dejar de hacerlo sistemáticamente como erradicarlo de nuestra vida para siempre. Para lograrlo, es necesario desarrollar dos planes de acción simultáneos:
Por un lado, desarrollar tácticas que nos ayuden a superar el momento de máximo dolor emocional que normalmente desencadena la autolesión, para hacerlo lo menos posible. Algunas de estas tácticas son:
- Frotar hielo en el lugar en que nos queremos lesionar (sin llegar a hacer una quemadura)
- Pintar con un bolígrafo rojo en los lugares donde nos queremos autolesionar (líneas, dibujos, frases…)
- Hacer un pequeño análisis de cómo estamos, respondiendo a preguntas como: ¿Por qué me quiero autolesionar?, ¿Qué quiero conseguir?, ¿Cómo me siento ahora?
- Tomarnos un momento para hacer otras cosas antes de autolesionarnos, para superar el momento de máximo dolor (dar un paseo, hablar con alguien, cantar…)
- Utilizar técnicas de relajación o meditación para aquietar la mente y apartarla de ese momento de dolor (visualizando un espacio tranquilo y seguro, concentrándonos en la respiración…)
- Si tenemos un grupo de apoyo de personas que se autolesionan (algo muy recomendable) hablar con uno o varios de ellos para que nos ayuden
Y, sobre todo, si se cae en la autolesión, no entrar después en la espiral de culpa. Perdonarnos, aceptar lo ocurrido y procurar que no ocurra la próxima vez, pero sin juzgarnos.
Pero, por otro lado, para que este problema desaparezca a largo plazo, es necesario un trabajo más pausado y prolongado, en el que puede ser de mucha ayuda un terapeuta que nos acompañe. Este trabajo consistirá en ver las raíces de la autolesión, averiguar cómo de profundas son, y trabajarlas detalladamente.
Para esto, es importante elegir un profesional familiarizado con el tema. No todos lo están, y un mal terapeuta puede hacernos mucho (mucho) daño.
Pero sí, de la autolesión se puede salir definitivamente.
Alguien en mi entorno se autolesiona, ¿qué hago?
Lo más importante es no juzgarle. Estar en disposición de escuchar y comprender, sin cuestionar lo que le ocurre. Evitar siempre frases como “estás loco/a”, “¿no sabes que eso no está bien?”, etc.
Y, SOBRE TODO, jamás exigir a la persona que sufre que nos prometa que no lo volverá a hacer. Es un tremendo detonante para comenzar la espiral de culpa. Si la persona que se autolesiona tiene la autoestima baja y promete a alguien que le importa que no volverá a ocurrir, cuando ocurra se sentirá mil veces peor por haber fallado a un ser querido de lo que se sentiría por fallarse a sí misma.
La simple escucha activa, sin juicios, ya puede hacer mucho bien. Si desea desahogarle, dale espacio para ello. Si opta por el humor negro y hace bromas sobre sus cortes, no te escandalices. Uno de los mayores problemas de las personas que se autolesionan es que cuando su problema sale a la luz pasan a estar muy estigmatizados y a veces sus grupos sociales les dan de lado. Por lo que la presencia de un amigo o familiar empático es una ayuda inmensa.
Contribuir a que quien sufre entienda lo que le pasa dándole información o divulgación también es una gran ayuda. Así como ponerle en contacto con otras personas que sufran lo mismo o con algún terapeuta que sepa del tema. Siempre sin presionarle.
Entre todas podemos hacer mucho para dejar de hacernos daño.
En el foro de la comunidad hemos abierto dos hilos para hablar de este tema, que por interesante y complejo puede aportarnos mucho. Uno para contar nuestra experiencia (en nosotras o en personas cercanas) y otro para compartir recursos que nos ayuden a entender este problema y a superarlo.
Texto escrito por Paloma Vargas en el blog de Soy1Soy4: la Comunidad. pic