No ser una, duele.
Lo sé. A mí también me duele. Aunque si lo pienso bien-bien, no me duele no ser una. Me duele que me pretendan una. Tantos años investigando me llevan a descubrir que lo que duele es no ser amada tal y como se es, en el momento en el que se está siendo. Fíjate qué descubrimiento, algo que una sabe desde que es una peque-zigoto en el vientre de su madre…
Somos una, pero con el entorno,
y el entorno cambia. El entorno nos dibuja y nos diluye. La identidad es un ente fluido. Y por mucho que tratemos de atraparlo en un nombre con sus apellidos y su canesú, lo que atrapemos será la foto de un momento. Después, todo se perderá de nuevo. Y no nos pasa sólo a nosotras por tener una rajita y un almidonado traje de mujer. Nos ocurre a todos los animales humanos, estamos condenados a creernos alguien finito y estanco, sólido al que el entorno nada le hace, nada le puede. Estamos condenadas a creer en una ficción cruel.
Bucear entre nuestras hormonas,
dejarnos tocar por ellas nos ofrece la posibilidad de salir a flote. Nosotras- tú y yo,-podemos creer ficciones más tiernas (que diría Paul B. Preciado). Desde la señora que se come al mundo a la monstrua que le quiere prender fuego, pasando por la seductora cerebrito hasta el chico de barrio (¿te he dicho ya que en preovulatoria soy como Ryan Gosling en Drive?), todos esos personajes, todos esos trajes eres tú.
Tú eres tantas que podrías perder la cuenta.
Pero dime: ¿Para qué quieres contar? Después de tanto tiempo sé que utilizar la lógica para aprehender todo, es una verdadera pérdida de tiempo. Porque, además, esta lógica está adoctrinada por la Cultura (esa que te dice que ‘tal y como eres, no es suficiente’). Tratar de convencerte de que eres una-una-una-una te hace añicos. Dime: ¿Por qué te quieres romper? ¿Por qué malgastar tanta potencia en hacerte daño? ¿No estás harta de ir en contra de ti?.
Ser una es imposible y doloroso.
Esto ya lo sabes. Así que deja de intentarlo. Es cierto que no encontramos el momento de ser todas las que somos sin sentirnos avergonzadas o ridículas, por ello es importante practicar la confianza en una misma. Sí, he dicho practicar la confianza. Sé que suena raro pero es cierto, la confianza en una misma es algo que se va tejiendo con el tiempo y la persistencia, pues en este mundo tener confianza en una y su coño cuesta muy caro. Por eso necesitamos hacernos hueco, practicar, acompañarnos y okuparnos.
Okupa tu cuerpo, okupa tu mente.
Tú eres la única en ti pese a que nunca te encuentres. El mundo se ve de otra manera, el entorno te (con) mueve de otra manera cuanto tú estás en ti. Y no ser una, cuando eres todas las que eres, ya no duele. Porque llega un momento en el que te enamoras perdidamente de los mil colores que eres capaz de ser. Conoces el negro como nadie, te zambulles en el verde y pintas versos en celeste. Estos son superpoderes y lo demás son tonterías.
¿Qué harás hoy para mimarte?
Quizás empezar por permitirte ser tú. ¿Cómo eres tú hoy? ¿Cómo te llamas ahora mismo? ¿Qué te gusta hacer? Nos pasamos horas escuchando a desconocidxs, alucinamos con sus historias, les damos espacio para ser pero con nosotras esto cambia. Trátate como si te acabarás de conocer. Con esa admiración y curiosidad de esa extraña que brilla entre la multitud. Estoy segura de que has tenido esa sensación más de 2 veces en la vida: ver a alguien y saber que en ella hay algo…Algo. Pues ése es el punto de curiosidad que necesitas para acercarte a la que estás siendo ahora mismo. Esa desconocida tan conocida, que por fin, vas a conocer.