Duermes diferente según la fase del ciclo en la que estés

Saber, igual no lo sabías pero sentir, lo sentías. Porque es habitual percibir que hay noches en los que una duerme como una marmota y otras en las que no es capaz de conciliar el sueño pese a tener a todo un rebaño de lindas ovejas esperando a ser recontadas una y mil veces más.

Dormimos diferente según la fase hormonal en la que estemos.

Es una realidad ya contrastada por estudios científicos. (yep, siempre necesitamos estudios que nos confirmen que lo que sentimos no son locuras de mujercitas…). La Dra. Cristina Lemini (Facultad de Medicina de la UNAM) señala la fase premenstrual como aquella en la que podemos encontrar más cambios, debido a la relación entre los despertares y la aparición de la progesterona.

La progesterona aparece una vez hemos ovulado (la genera el cuerpo lúteo) y como explico en Diario de un cuerpo (tomado de mis horas de lecturas a Lara Briden):

«Calma a nuestro sistema nervioso convirtiéndose en un neuroesteroide llamado ALLO (allopregnanolona) que actúa como el neutrotransimisor sedante GABAA, el cual promueve la relajación y nos induce al sueño. Wikipedia amplía la descripción: La alopregnanolona tiene efectos similares a otros potenciadores del GABAA como las benzodiazepinas, incluyendo actividad ansiolítica, sedante y anticonvulsiva. Las benzodiezepinas, aunque tengan un nombre complicado de decir de carrerilla, son medicamentos que estoy segura conoces. El diazepam o el lorazepam pertenecen a esta familia de medicamentos psicotrópicos. Así que de manera orgánica, durante nuestra fase lútea (o fase premenstrual) nuestro cuerpo genera una química concreta para estar más calmadas e incluso… sedadas.»

La relación estradiol- progesterona produce cambios en las fases del sueño, cambios que son más evidentes en la segunda fase de la fase premenstrual (sí, hay dos fases dentro de esta), pues el estradiol va desapareciendo y la progesterona va disminuyendo con lo que hay más despertares y, por ello, más sensación de agotamiento, ya que necesitamos dormitar más a lo largo del día (esto es: hacer pequeñas siestas durante el día y bajar el ritmo frenético) y esto, en este mundo de velocidades de infarto, es imposible. Así llegamos a estados de estrés e irascibilidad muy tremendos por no poder descansar por las noches ni recuperarnos a lo largo del día. Esto genera un caldo de cultivo delicioso para el SPM que se retroalimenta con adrenalina y cortisol generando así subidas del estradiol (cuando debería estar bajando) lo cual nos fastidia el flujo de la calmante progesterona ¡Maldita pescadilla que se muerde la cola!

En Soy1Soy4 estuvimos todo un mes trabajando en torno a la relación sueño-descanso y ciclo menstrual. 
Es curioso cómo no caemos en la cuenta de que nuestros cócteles hormonales se ven afectados por el sueño (y sus procesos químicos) y cómo estos, a su vez, afectan al sueño.

Todo está tocado por los cócteles hormonales.

Incluidas las ganas de fumar, de beber, de drogarse. Cuando sentimos menos control sobre algo que nos genera ansiedad, acabamos haciendo aquello que hemos dicho que no volveríamos a hacer. El control de la ansiedad tiene relación estrecha con nuestra química y sobre todo con cómo se lee esta por nuestro entorno. Un ejemplo es cómo en premenstrual podríamos gestionar bien nuestro deseo de introspección si no fuera porque este es mal visto en una cultura que da más valor a la extraversión. La ansiedad que nos genera estar fuera cuando queremos estar dentro la solemos gestionar fumando (más), bebiendo (más), drogándonos (más).

No es únicamente la química.

Es, sobre todo, cómo la aprendemos a interpretar. Nuestras angustias tienen un componente más cultural que fisiológico (de hecho, no hay nada puramente fisiológico ni puramente cultural, se retroalimentan). Sentirnos como nos sentimos siempre nos parece mal. Nos forzamos a hacer miles de cosas que nos hacen sentir a morir y que, también, nos hacen daño (hay muchas cosas que nos hacen daño pero que nos dan gustito). Estas generan una respuesta química y, como imaginas, es una respuesta tóxica.

Si cambiamos el entorno, cambiamos la química (y viceversa).
Si nos quedamos en casa viendo series cuando se nos antoja mejor plan que salir a cenar con desconocidos o si bajamos las persianas, desconectamos los móviles y tomamos una infusión calentita a la hora de dormir, generaremos una química buenrollera frente a una química que estresa y genera comportamientos basados en la huida, la lucha o la frustración. Tenemos cierto poder (y responsabilidad) sobre nuestras reacciones química- entorno. Podemos tomar (*algunas) decisiones que nos hagan hacernos menos daño o disminuir este.

(*No estoy a favor del pensamiento reduccionista e individualista que cree que todo está en la actitud o en nuestras manos. Pertenecemos a un colectivo, a una cultura, a un bagaje, a una sociedad, a una clase social, a unos recursos y todo esto supone una corresponsabilidad social que hemos de identificar y señalar para poder cambiar colectiva e individualmente.)

Duermes diferente. Comes diferente. Piensas diferente. Sientes diferente. Cagas diferente. Amas diferente. Fumas diferente. Vistes diferente. 
Es tan obvio y a la vez tan incorrecto que pasamos 3 kilos de ello. Si estás pensando en que últimamente duermes mal, o que cada vez fumas más, observa en qué fases de tu ciclo sucede de manera más llamativa. Observarse y registrar es gratis, está a la mano y permite tener información valiosa para tomar decisiones con verdadero fundamento, pues te basas en tu cuerpo, en hechos de tu propio cuerpo (no de un libro o de wikipedia).

Ser la medida de una es harto complicado en este mundo de estándares y maniquies, pero ahí estamos. Sumando cuerpos para generar delicioso conocimiento diverso. Cuando vayas a la cama esta noche, cuando pidas otra cerveza, cuando saques la falda y guardes el pantalón, piensa en cómo fue la semana pasada en la misma situación. Son pistas para seguirte hasta encontrarte. Síguelas. Eres una mina de conocimiento.

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