Fase ovulatoria: róbame un beso

Estoy salida perdida.

Ya sé que no es frase para comenzar un escrito pero es que no puedo concentrarme en nada que sea muy sesudo.

Me he levantado dos horas y media más tarde de cuando me he despertado por primera vez, porque me he quedado a puntito de culminar un espectacular *beso robado en el cuarto de baño de un bar de mi imaginación. Desde pequeña tengo un don (lo es) y es que soy capaz de volver a los sueños aunque me haya despertado, la cosa es que el muchacho del sueño cuando he vuelto me lo ha puesto muy difícil y me ha llevado todo ese tiempo conseguir casi, casi, un beso.

MIERDA

Cuando tengo este tipo de sueños sé que mi querido ovario (esta vez el izquierdo) está a puntito de ovular. Dentro de un rato le sentiré retorcerse (a él y su compañera la trompa de Falopio) como muestra inescrutable de que estoy en ese «momento del mes» en el que me erizo de placer incluso con la imagen que me devuelve el espejo (palabra, el día que ovulo me molo demasiado).

Después del sueño, al despertar, medio dormida, he tratado de conseguir el ansiado orgasmo que robar ese beso me producía, pero nada. Nada de nada. Y esto me ha puesto de muy muy mal humor. Frustrada e impotente me he quedado mirando al techo. Y he caído en la cuenta de que lo que yo necesito en esta fase no es una sesión de autoamor, ni tampoco un encuentro en la tercera fase con Alex (saludos peke), lo que mi piel desea son miradas robadas, labios crujiendo en las pupilas, el subidón de tener unos ojos acariciándote la nuca y revolviéndote el deseo. Hablo de la química que genera algo tan naïf como el coqueteo. Yo soy taaan fan de esa sensación. De hecho, de toda la vida, es lo que más me ha excitado y es lo único a lo que no voy a renunciar en nuestra pareja monógama-revisada.

Al principio, cuando no tenía ni idea de qué era eso que me pasaba que hacía que me muriera por ligar con el frutero, el del carrito de los helados y la camarera de la plaza, me atascaba en cientos de sentimientos de culpabilidad. Me cuestionaba si mi pareja de entonces no me gustaba y si esto provocaba que quisiera acabar subida a la pica del baño más cercana, rodeando el cuello de un extraño, comiéndonos la boca hasta el éxtasis. Cuando supe de los cambios que el ciclo menstrual provocaba en materia de deseos y pulsiones, me calmé. Pero aún así no estaba a gusto. Venga vale, sé que mi deseo por otras personas no significa que algo vaya mal pero ¿de qué me sirve esto si durante unos días al mes no soporto inhibirlo? Entonces apareció el feminismo. Y comprendí que podía negociar con mi deseo y trazar nuevos márgenes en mi relación. Alex y yo tuvimos largas, preciosas e intensas conversaciones en las que los límites fueron acordados (hasta entonces vivíamos bajo los límites convencionales, los que por cultura habíamos aceptado sin más ni más). Yo que soy una persona terriblemente insegura no podía cumplir con abrir sexualmente nuestra relación (algo a lo que, en verdad, no aspirabamos ninguno de los dos) pero sí que planteé mi deseo y necesidad de cultivar mi sensualidad con otras personas.

Y es que, quien me conoce, sabe que no soy un animalillo sexual. Yo soy un bitxillo sensual. Soy de la vieja escuela, supongo.  Pero así como reclamo la ternura en las relaciones, clamo por la sensualidad frente al sexo más lubricado y salvaje. Lo que me pone a mí mirar y encontrarme cazada, mirando… Los acercamientos tímidos cargados de tensión en los que el corazón se te va a salir por la boca y las palabras se quedan suspendidas en el aire, quedando sólo la respiración. Hay a quién la carne y su olor le excita más que nada, yo soy de las que se estremecen cuando imagino, cuando sueño despierta. No deseo más que un roce fortuito de meñiques. La carne en barra...emmmm… no es lo que busco ni lo que ahora me satisface. Creo que es necesario dar valor al flirteo, a ese vínculo que se genera cuando los deseos se encuentran y se sueñan, cuando se expanden en la imaginación. Desde pequeña creo que se da demasiada importancia a la «realidad» a lo que pasa fuera-de-la-cabeza. La sensualidad que taaaaanto me gusta utiliza el cuerpo como un lienzo en blanco sobre el que proyectar lo pensado y lo oculto, incluso aquello que ni siquiera sabemos que nos habita pero que, al coincidir con esa pupila, ésa y no otra, nos expande y nos produce sensaciones reales y concretas. Porque sí, porque mi mente no distingue entre lo real y lo imaginario y esto es lo que más me atrae de coquetear con alguien. Tomo una porción de su cuerpo, de su respiración, de sus gestos y la llevo a mi lugar más íntimo e inaccesible: mi fantasía. Nunca nadie podrá estar más dentro de mí, que aquellxs a lxs que he soñado.

Por otro lado, soy muy consciente de que este tipo de relaciones pueden llegar a un nivel de tensión insostenible. Ocurre que como nadie valora este acariciar-con-la-imaginación (se complica esto de encontrar palabras que definan este tipo de relación), solemos creer que ha de culminar en sexo tórrido y esto, a mí, me ha llevado a cada fracaso… (estrepitosos fracasos). Sólo valoramos lo que sucede en lo real-real. Y siempre y cuando pase a un roce entre genitales. Tema que a mí me inquieta, porque si yo decidiera poner más carne a mi fantasía, sólo querría un beso. Nada más. No entiendo porqué los besos sólo son «la previa» y no el plato estrella ¡Yo me excito tanto siendo besada! No necesito un beso con 3 kilos de lengua (me da bastante asco) pero un beso…uno de esos entre la mejilla y el labio…ésos que se pactan entre cuerpos mucho antes de que te des cuenta… Ahhhhh ¡esos besos*! Eso es el súmmun.

Y ¿qué es lo que quería decir yo hoy? La verdad es que todo mi análisis se pierde entre las sensaciones de este cuerpo llenito de estrógenos. Sigo despierta y no puedo salir de la fantasía que esta mañana me ha dejado clavada en la cama. Suena en bucle Warm Water y yo me quedo atontada mirando como escribo y borro una palabra tras otra. Quizás sólo quería compartir este deseo que me invade y me derrama suave y coqueta. Posiblemente, sin querer queriendo, buscaba dar cuerpo al cuerpo de quién no he podido besar en ese baño de mi imaginación. Como sea, aún con los ojos clavados en esta pantalla, sigo sintiendo el calor de su respiración sobre mis labios entreabiertos. Una sonrisa a medio vestir se refleja en el espejo, como muestra de que no ha habido nada más real hoy, que este sueño.

 

* Besos robados: besos pactados. NO son besos forzados. Robar un beso es la forma literaria de expresar estos besos que se saben deseados, por ambas partes, antes de que se produzcan.

Día 11: a un clic de ovular

Pic : Selfie. Soñando despierta  esta mañana


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