Subo una foto y espero.
Espero a que me quieras. Tú que no me conoces. Tú, que ayer ni sabías de mi existencia, de repente, eres vital para mí. Sin tu like, sin tu follow, me tropiezo contra el asco que me tengo.
Dani Mateo cuelga una foto de mi libro. Amarna Miller sube otra foto, ésta con emoticonos amorosos. Salgo en la tele. Me hacen más de 15 entrevistas en menos de un mes. Y me siento volar. Vuelo hacia el absurdo. De repente alguien, alguienes, me quieren. Me han de querer. Dicen cosas bonitas. Me felicitan. Hablan de la menstruación. Viene gente que, dicen, es importante y me abrazan fuerte. Soy alguien. Por fin, algo más que este amasijo de carne y humores derretidos. Erika Irusta. Mi apellido, el apellido-herida mortal, brilla en la oscuridad.
Somos fluorescentes.
¡Míranos!
We can be heroes!
Héroes del extraradio. Héroes por el tiempo que dura un programa de radio. Héroes hasta la siguiente canción.
Yo no soy eso.
Yo siempre he sido nadie.
Yo soy feliz siendo nadie. No me gusta gustar porque sé que esto también pasará. Que mi necesidad de ser amada, de nuevo, me está jugando malas pasadas.
Cuéntanos, ¿cómo es ser conocida?
Conocida, ¿por quién? Yo no quiero que me conozcas. Yo quiero que te conozcas. Joder. Siempre igual. Agasajamos al mensajero (para después decapitarlo) y sudamos del mensaje. El mensaje era sencillo. Tan sencillo que necesita mucho ruido y un par de nueces.
No sirvo para salir a bailar. Nunca supe ser la chica mona que baila con encanto en la super pista. Siempre fui la liendre de ojos tristes escondida entre su jersey gigante y sus auriculares minúsculos. Lo mío no es actuar para una gran audiencia. Yo sólo quiero,
sólo quiero …
sólo quiero que vivir no duela tanto.
Y estoy agradecida por todo. Por las manos cálidas de conocidas de las que sólo me sé su nick o email, por los abrazos que me vuelven nido de nutrias, por las miradas cómplices al cruzar la calle, incluso por la simpatía y la curiosidad de los taxistas cuando me llevan de un programa a otro. Ni en mi onanismo infantil podía planear tremendo delirio de cuidados y atenciones. Pero sé que esto es un estado transitorio. Nada en mí ha cambiado. Sigo estando podrida por dentro. Sigo templándome el invierno con Glass Candy y libros de gente que escribe con las tripas. Me lamo las heridas de la manera más torpe posible. Me saco fotos para no perderme de vista y encontrarme, en la pupila ajena, un espejo en el que mirarme sin querer volar por los aires.
Estoy deprimida. Mejor: camino por la depresión. Habito en perpetuidad esto que llaman trastorno por estrés postraumático. Respirar escuece. Hay días en los que parece que todo va ir de fenómenos. Horas más tarde, esos días se transforman en abismos grises y viscosos. Mi ovulatoria se esconde tras mis faldas. La ovulatoria está triste, ¿qué tendrá la ovulatoria? Mis mutantes no varían demasiado. Mis fases hormonales apenas fluctúan. Vivo atrapada en una maldita carta de ajuste de grises, negros y blancos. El blanco jamás ha sido tan blanco. El negro deslumbra. Matices. No hay matices. Monocromo. Mierda monocromática.
Esta es mi realidad ahora.
Por si alguna se estaba haciendo la idea equivocada, lo explico: No, estar en todas las librerías, salir en los medios y ser retuiteada por gente chachi no te hace ni más guapa, ni más feliz, ni más multiorgásmica. Sigo estando agujereada. Se me sigue escapando el aire y aún no sé silbar.
Ahora bien, cuando suba una foto, júrame que te gustará. Porque, ¿qué voy a hacer yo, sola conmigo, sin ese like que me diga que todo está bien, que soy especial, que el gris es un color hermano del rosa y que mañana saldremos a bailar?
Nota: necesitaba explicar este proceso porque me estaban hirviendo las tripas de tanta sonrisa de celofán. Desde hace 6 años hasta cuando toque plegar, seguiré esforzándome por estar detrás de mi trabajo. Aquí la que importa eres tú. El proceso de okupación del cuerpo es lo único que me quita el sueño. Lo único por lo que tiene sentido todo esto. Las luces de neón se apagarán de aquí a unos meses y volveremos a quedarnos bailando en la oscuridad. Cuando esto ocurra, seguiré aquí, dándote la mano para que no te pierdas de vista.