Ayer esta foto fue la foto con más likes de todos estos años de muro de Facebook. Ayer, en silencio, sin contárselo a nadie (con lo que a mí me cuesta) fui a buscarme a mí misma. Como os conté en el boletín 2 yo ya no soy la que fui, ahora soy una isla, Isla Erika, y tanto pero tanto pelo ya no me representaba. Y es que la representación de una misma para consigo es clave para la creación del artificio que llamamos identidad (sí, ando espesa y abstracta porque ayer en mi muerte- renacimiento me bajó la regla). La larga melena bicolor (que hasta hace poco fue castaño- rosa) hablaba de estos últimos años, de todo el tiempo caminando en rubí, porque aunque durante mi vida siempre haya llevado el pelo corto, durante un tiempo necesité rodearme de un manto de pelo sedoso y «femenino». Os confieso que me dejé el pelo largo para probar eso que llamaban «feminidad» y os confieso también que disfruté mucho de sacudir mi melena de leona más allá de mis propios prejuicios e ideas chorras. Me ha gustado infinito performar una feminidad más normativa pero ha ocurrido que justo ahora, cuando me rompo, no puedo mantener más esa imagen. Haciendo un análisis, cada vez que he muerto profundamente (sí, se puede morir de puntillas, sin rozarla apenas), me he cortado el pelo. Mucho. Y lo he teñido (anuncio que voy a por el platino además de cortarlo más, con posible tupé-cresta). La cuestión es que no sabía porqué lo hacía, sólo sentía que con el pelo corto podía ser Yo. Podía ser más libre, más fuerte, más simple. En mi casa el pelo corto en las mujeres es lo más habitual, de hecho mis llantos de infancia venían por querer una larga melena rapunzeliana. Mi padre me inoculó la admiración por las mujeres de pelo corto y/ o cabeza afeitada, así que el pelo largo para mí, durante estos años, ha sido mi revolución. Deseaba conquistar ese espacio de voluminosa y lustrosa cabellera para adentrarme en mis fantasmas de lo femenino.
Ahora, rota-recomponiéndome-rota no puedo seguir con la revolución pelilarga. Estoy exhausta y necesito volver a tomar fuerzas, beber de mi fuente, retornar al origen. Es curioso cómo tendemos a ningunear la estética, creyendo que un corte de pelo no puede suponer nada más que es: pelo corto o más largo. Cuando en realidad lo que estamos haciendo es sacar de dentro a fuera cómo nos sentimos, cómo nos percibimos y cómo deseamos ser sentidas y percibidas por lxs demás. Una peluquera (la mía es la mejor del mundo, porque es mi amiga y porque me quiere infinito y comprende cómo me siento) tiene un punto de partera, en tanto que te acompaña a parirte de nuevo así como camina contigo en el duelo de abandonar lo que fuiste. Además de un puntazo de artista. Porque tu cabeza, todo tu Tú está en sus manos y cincela lo que buscas, lo que sueñas y sí, a veces te corta de más las puntas (eso todas lo sabemos)… Sí, estoy mística y veo en cada detalle una obra hecha a conciencia pero ¿no está la mística en los detalles ordinarios?, al menos la mística en la que yo creo y de la que me alimento sí, es así.
Pues sí, hecho está. Maté a la Vieja (representación de mí) porque necesitaba morir, porque todo ciclo tiene su fin para poder movernos diferente, originalmente, como nos salga del coño, en definitiva. Hoy me desperté caminando por las nubes, ligera y fresquita (eso sí). En el espejo me observaba la Antigua, la que nunca me abandona, la que se adentra en la crisálida para abandonar el estado oruguil y cambiar. Voy a metamorfosearme de nuevo. Hasta la próxima vez que toque morir, voy a vivir.
Alex grabó «el momento». Cuando lo veo algo se pinza en mi estómago.
No es sólo pelo, es un pedazo de mi identidad, de lo que soy y de lo que deseo mostrar de mí. Obvio que no soy un corte de pelo, pero esta acción permite expresar mis deseos, mis miedos, mis silencios. El cuerpo habla y nos expresamos él y yo (él/ella que soy yo) a través de gestos tan comunes como unos tijeretazos aquí y allá. Es bello vivirse así. Me gusta. Me gusta mirarme al espejo y, por fin, verMe.
Lara es mi peluquera y amiga y la encontráis en la pelu Nº8 de Carrer Lledó, 8 (Barcelona)
Día 2: menstrual y nuevita