¿Por qué menstruar es político?

Cuentos de terror que delimitan y perfilan nuestros cuerpos y con estos, nuestras experiencias. De tanto contarlos los hemos creído hasta la última célula. No dudamos de ellos, dudamos de nosotras. A cambio de esta fe sin ojos ni lenguas, la ‘tranquilidad’ de encajar en las frías piezas de este engranaje re-productivo. Por la calma de ser aceptadas, hemos perdido el vendaval de estar vivas.

Menstruar te hace mujer

Cuando éramos adolescentes, lo sabíamos. No teníamos las palabras, de acuerdo, pero esto no nos impidió saberlo. Manchar las bragas de algo así como rojo-marrón no podía convertirnos en mujer. Fuera lo que fuera, eso no podía transformarnos de un día a otro. Y es que menstruar no nos hace mujeres. De hecho, no hay nada fisiológico que nos convierta en tal. Especialmente porque nadie nace mujer u hombre, una se convierte en mujer (que diría Simone de Beauvoir) o más bien, a una le convierten en mujer. La masculinidad y feminidad son construcciones culturales, trajes sociales que nada tienen que ver con la biología ni la fisiología de nuestros cuerpos.

La identidad es fluida como lo son nuestros flujos y humores. Una, a lo largo de la vida, va siendo. Una es verbo, jamás sustantivo. Por ello es tan doloroso que, en los 5 minutos que lleva observar unas bragas teñidas de sangre, seamos atrapadas en la identidad-sustantivo «mujer». Desde ese momento, las miradas cambian, así como la manera en la que nuestro entorno comienza a relacionarse con nosotras. No pocos padres se distancian de sus pequeñas porque «ya es una mujercita». Ante tales reacciones, una busca encajar, no defraudar, ser la buena niña y así es cómo se ajusta al reflejo que proyectan de ella. Entramos entonces en ese sustantivo que no reconoce nuestra diversidad, nuestras peculiaridades y es justo, en ese momento, cuando aparecen los patrones propios del traje de mujer: cuidado, protección, higiene, silencio, vergüenza y la nueva mejor amiga: la culpa.

Menstruar duele

Los dolores menstruales no vienen en el pack del cuerpo menstruante. Los dolores menstruales vienen en el pack de ser mujer y/o menstruante en esta sociedad. Porque créeme no hay ninguna función de nuestro cuerpo que sea imprescindible para su salud (como lo es el ciclo menstrual en la etapa vital que le corresponde) que curse con dolor por gracia divina. No en su cuerpo. No en nuestro cuerpo. Si en el cuerpo no menstruante alguna de sus funciones vitales cursará con dolor, sería investigado desde la primera consulta médica. En cambio, a nosotras, a las que sangramos, pero no morimos, nos aplican el 3:16. Y este uso de la Biblia por parte de los profesionales de la salud nos está costando la (calidad de) vida.

Dismenorrea: término clínico que nombra a la menstruación que cursa con dolor.

Clínicamente la función menstrual dolorosa tiene su nombre propio. Pero en el imaginario colectivo la menstruación por sí misma está ligada al dolor. De hecho, que tenga nombre propio de poco sirve pues el dolor se trata como condición natural de la función menstrual. Eso sí, que se nombre significa que, de base, se contempla que la menstruación no tiene per se la cualidad de dolorosa. Así que si sabemos que no ha de doler ¿por qué narices no investigamos las causas que provocan esos dolores? La dismenorrea no es la nueva cualidad de menstruar. La dismenorrea es la consecuencia de algo que está sucediendo a través de nuestro cuerpo y digo a través porque, en nuestro cuerpo, el entorno y cómo habitamos este dejan huella.

Menstruar= hormona con patas

¿En quién piensas cuando escuchas: «hormonas»?
En nosotras. En las mujeres.
Pareciera que somos las únicas que somos cuerpo, cuerpo con glándulas endocrinas. Y es que
por mucho que queramos separar la manera en la que leemos y escribimos nuestros cuerpos el Génesis en nuestra sociedad, sigue ordenando las estructuras principales. De ahí, que pese a ser cuerpos compuestos enteramente por química que interacciona bidireccionalmente con el entorno, sigamos siendo definidas como hormonas con patas.

La respuesta es que lo somos. La otra respuesta es que ellos también lo son. En realidad, todos los organismos multicelulares producen hormonas, incluidas las plantas. Con lo que la respuesta final es que, sí, somos animales condicionados por nuestros procesos químicos en mucha más medida de lo que nos hicieron creer, siglos más tarde, con la razón ilustrada y los ideales de la Ilustración. Ideales desarrollado por y para los hombres privilegiados de la época, en el que los cuerpos femeninos, por supuesto, quedaban excluidos, así como cuerpos pobres, racializados, neurodivergentes, homosexuales, trans*, …

Separar razón de emoción es un absurdo.
Además, la razón no es la única responsable de nuestras decisiones. Ni de las nuestras, ni de las suyas. De hecho, la mayoría de las decisiones tomadas desde la masculinidad se basan eminentemente en el ego.
«Sí claro, yo seré hormonal, cariño, pero tú vives encadenado a la llama de ese globo llamado Ego Masculino.»
Y es que a decidir en base a aquella acción que les haga quedar los primeros y lucir como los más fuertes y poderosos, se le llamó razón.

Menstruar es de antiguas

En 1880 los doctores extirpaban los ovarios para evitarles a las mujeres los males que estos les producían. En la época victoriana la histeria fue una epidemia en la que los cuerpos de mujeres de clase alta se vieron manipulados y mutilados al antojo de los creadores de tal enfermedad, todo fuera por salvaguardar el fin reproductivo de cada una de ellas. Ya en el siglo XX aparecería otra epidemia y, por supuesto, otra manera de librar a las mujeres de su defectuoso cuerpo y destructora química. Ahora, el Síndrome Premenstrual ocuparía el lugar de la histeria, así como la píldora y otros anticonceptivos hormonales tomarían el lugar de la ovariectomía. La castración química de las gónadas femeninas, desde hace siglos, se ha perfilado como la opción más adecuada para liberar a las mujeres de su cuerpo. Porque como bien sabemos: nuestro cuerpo es el problema. Y esta sociedad, como buena hija del padre, propone las mejores alternativas para deshacernos del problema, que no es otro que eliminar una parte de nosotras. Eso sí, de manera sutil porque ninguna aceptaría ser abierta en canal para perder sus ovarios. En su lugar, los apagamos y fingimos menstruar con la última pastillita del blíster para así imaginar que seguimos intactas y, por supuesto, agradecidas por la liberación que supone poner a dormir al monstruo que habita en cada uno de nuestros defectuosos cuerpos.

La patologización del cuerpo femenino es un eterno en la práctica médica y en la consideración cultural occidental. El debate no está en si estamos a favor o en contra de la píldora. El debate reside en desde dónde se crea, con qué fin y qué consecuencias físicas, mentales y sociales comporta. No se trata de buscar respuestas si no de generar las preguntas que siempre hemos callado o que quizás no hemos sabido formular.

Menstruar robóticamente: que no se note, que no te detenga

No es solo la sangre azul en los anuncios de compresas. Es también la joven hipersexualizada de pantalones blancos haciendo el pino sobre un caballo negro sostenida por un musculoso joven de torso desnudo. TÚ PUEDES CON TODO, QUE LA REGLA NO TE PARE es el eslogan más repetido en la historia de la publicidad de higiene (llamada) femenina. Compresas y tampones con ultra absorción para que no pares «ni en esos días». Esos días. Esos innombrables días en los que, pese a que el dolor sea lo normal, se espera que este no nos impida seguir con nuestra vida normal de productivas amazonas malabaristas. ¡Ay la normalidad! ¡Cuánto da de sí! ¡Qué de heridas causa! Y es que se evidencia ─otra vez─ la crueldad de la eterna paradoja: menstruar duele pero este dolor no ha de afectar a nuestro día a día ni a las personas con las que nos relacionamos. Que te duela a ti, a título personal, bien, pero por favor no fastidiemos a los demás que no tienen la culpa de que estés en esos días.

«Sangra, nena, pero no salpiques.» Este es el mensaje que emite nuestra cultura y que amplifica la publicidad. Eso sí, sangra azul y en la intimidad.

Yo Menstrúo. Un manifiesto monstrual.

Acabas de leer algunos retales de Yo Menstrúo. Un manifiesto creado para destripar estos mitos crueles y cambiar el cuento de una vez por todas, porque estas historias de terror nos cuestan la vida. Me ha costado muchos meses de encierro elegir qué quería contarte sobre estos 8 años de trabajo a braga quitada y con las tripas-cerebro sobre la mesa. No ha sido nada fácil. Pero de nuevo quería exponer algo que te fuera útil y te acompañara como mereces. Está creado para llevarlo en el bolso y sacarlo para cerrar bocas y abrir cabezas (no en el sentido literal, que podría ser pero pesa poco).

Yo estoy harta de estos silencios y medias verdades y muchas mentiras que tejen nuestro cuerpo. Deseo que tú también lo estés y que este hartazgo y posible rabia, sean motores que nos ayuden a cuidarnos como merecemos y a reclamar lo que es nuestro:

Nuestras hormonas, nuestras reglas, nuestros cuerpos.

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Dos viernes de cada mes aparezco en tu buzón para contarte todo esto ☝🏽 y mucho (mucho) más ¡VENTE!

Siempre ha sido y será graaaaatis

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