Estuvo el verano del amor y del desenfreno. Fue el verano del 2006.
Después llegaron veranos bonitos pero que ni fú ni fá. No soy animal de verano. No espero nunca nada más que aburrirme y/o aprender a aburrirme con elegancia. Pero este año ha sido diferente. Me he aburrido PERO en ese sopor de las calles vacías (no me he movido de mi casa, bien dice Bunbury que para un hombre -mujerzuela- de mundo, es muy exótico volver a casa) he encontrado algo que llevaba muchos años perdido. Algo que había dado por perdido y que había deseado perder de vista, apareció ante mí. Vale, esto no fue por arte de birlibirloque. Nacho, mi terapeuta, tuvo mucho que ver. Bueno, más que él, el abismo que vislumbro cuando nos reunimos. La cosa es que, tumbada en el sofá, con la persiana bajada para que el sol no nos robara el aliento, con las piernas dobladas cuál acróbata (para que Alex pudiera poner su cabeza sobre mis muslos y hacernos cosquillas) viendo una serie (vemos miles de series), tuve una revelación. Se me apareció la virgen en medio del salón viendo una serie. Su nombre (el de la serie, no el de la virgen): Penny Dreadful. La habíamos cazado en una sequía de series que duraba demasiado tiempo (más de un mes). Nos tragamos las 80h de temporada en 3 días. Y fue en el segundo día, que comprendí. Nos os voy a contar nada más. Sólo sé que aquello que no esperas encontrar, te acaba encontrando y toma la forma más insospechada.
Rompí a llorar. Algo negro, denso y brillante explotó en mi pecho. Lo entendí. Me entendí.
Monstruo.
Con todo el dolor y liberación que supone tomar conciencia de tu monstruosidad. Sí, soy un monstruo, una abyecta, un bicho raro con deseos inapropiados. Y no lo soy ahora, lo fui siempre. La educación que recibí me enseñó a avergonzarme de mi naturaleza monstruosa. Podaron (y me enseñaron a podarme) lo que dijeron que era feo, lo que señalaron como vergonzoso y vergonzante. En su lugar implantaron prótesis hechas con materiales nobles como la vergüenza y el pudor. Lijaron las marcas con polvos de fina dulzura y lo barnizaron todo con tapaporos decoroso. El resultado fue una niña avergonzada, tímida, sumisa. Eso sí, nunca pudieron sacar de mi pecho el ardor que producía la chispa de vida que se obcecaba en ser. Ser monstruo. Y esta chispa fue la que con otros materiales altamente inflamables, como el feminismo, fue la que prendió fuego a los implantes y combustionó mi cuerpo animal este verano de 2014.
A partir de ahí, ligereza. Sensación extraña en este cuerpo ortopédico. No escribí nada sobre ello. Sólo dos palabras que decoran mi estudio:
YO MONSTRUO
Así comenzó uno de los veranos más inquietantes de mi vida. Todo esto sin salir de mi casa, sin moverme del salón. El viaje al interior de mí comenzó sin levantar el culo de ese rincón del sofá hundido por el peso del cuerpo de mi gato (gato 1 que ahora tengo 2). El cambio de tripas afuera lo veréis en los nuevos artículos, boletines, videoconferencias, propuestas y todo aquello que se me ocurra para poder prender fuego a vuestras prótesis y vernos todas en la brutal, increíble y mágica monstruosidad que somos.
¿Listas? Aquí comienza la 5ª temporada.
Escrito el día 12: a puntito de ovular- Publicado el día 18 caminando a premenstrual
Pic The Evil Needle Creature Illustration- Luiza Kwiatkowska